Las Baleares son ahora zona de alto riesgo por la gripe aviar. La alimentación solo está permitida en zonas protegidas. Lo que esto significa para pequeños criadores, mercados y turistas — y qué lagunas siguen abiertas.
Las Baleares declaran zona de alto riesgo: más protección, más responsabilidad
Al amanecer en la Plaça Major flotaba el aroma del café con leche recién hecho sobre los puestos del mercado, y entre aceitunas y pastas de almendra se debatían acaloradamente las nuevas normas. Desde esta semana las Baleares son oficialmente zona de alto riesgo por la gripe aviar. El mensaje de las autoridades es claro: hay que evitar en la medida de lo posible el contacto entre aves silvestres y aves domésticas. Pero, ¿cómo funciona eso aquí, entre muros de piedra centenarios, pequeños patios traseros y las grandes zonas húmedas de la isla?
Las nuevas normas en la vida cotidiana
En el fondo el mensaje es: alimentar solo en zonas protegidas. Nada de puntos de alimentación abiertos en los márgenes del campo, nada de dar pan a los patos en estanques, nada de dejar mezclas de semillas al aire libre en el patio trasero. Los criadores de aves —ya sea en Sóller, Campos o Llucmajor— deben tomar ahora precauciones que impidan la entrada de aves silvestres. Se trata de medidas sencillas como cubiertas para los comederos, pero también de medidas organizativas: calzado y ropa separados para las tareas del gallinero, limpieza y desinfección periódicas y observación atenta de los animales.
A diferencia del continente, no se ha impuesto un encierro general en los establos. Eso puede sonar a alivio, pero desplaza la carga de la prevención a los hombros de los pequeños criadores. Quien deje a sus gallinas sueltas fuera ahora asume la responsabilidad — y el riesgo.
Lo que queda en la sombra: lagunas que la política pandémica apenas aborda
La pregunta que apenas se pronuncia en voz alta es: ¿bastan estas normas si faltan controles y recursos? En el debate público dominan las prohibiciones y las recomendaciones. Se presta menos atención a problemas estructurales que en Mallorca son especialmente agudos: la multitud de pequeñas explotaciones informales, las trabajadoras y trabajadores temporales, las condiciones arquitectónicas a menudo estrechas en los pueblos y la proximidad a humedales donde descansan aves migratorias.
Los controles requieren personal. Muchos municipios tienen escasa capacidad para inspecciones a gran escala, para campañas informativas y para toma rápida de muestras. ¿Quién va a comprobar si una cubierta es realmente a prueba de brotes o si en una pequeña explotación de Santanyí se cumplen las normas de higiene? ¿Y con qué rapidez se analizan los casos sospechosos y se comunican los resultados?
Oportunidades concretas y propuestas de solución
La situación es grave, pero no desesperada. Existen pasos prácticos que pueden funcionar a nivel local:
1. Equipos móviles de asesoramiento: pequeños equipos veterinarios de despliegue rápido podrían recorrer los municipios, inspeccionar las explotaciones, mostrar cubiertas prácticas y repartir kits de inicio con guantes, desinfectante y carteles informativos. En zonas rurales como Campos o Petra esto generaría confianza.
2. Medidas de protección subvencionadas: ayudas para pequeñas reformas —cubiertas, comederos estancos, mejoras de ventilación en los gallineros— serían una inversión que prevendría brotes a largo plazo. Para los criadores aficionados los costes suelen ser prohibitivos.
3. Comunicación clara en el lugar: no solo páginas web y comunicados de prensa, sino carteles en los mercados, anuncios por megafonía en el mercadillo y conversaciones en el ayuntamiento llevan las normas a quienes más las necesitan. Hoy en el mercado de Son Ferriol oigo a una criadora decir: “Ahora encierro mis tres gallinas por la noche y cubro la comida.” Pequeños éxitos como este necesitan visibilidad.
4. Cadenas de notificación regionales y capacidad de pruebas: pruebas rápidas in situ, formularios sencillos de notificación y responsables asignados en cada municipio reducirían drásticamente los tiempos de respuesta.
Qué pueden hacer ahora visitantes y vecinos
Para turistas y residentes no cambia mucho en cuanto a paseos por la playa o cenas de tapas. Pero por favor: no den pan a las aves silvestres, nada de selfies con comida para patos. Si ven señales o reciben indicaciones de personal municipal, síganlas. Quien alquila una casa de campo y observa gallinas allí debería preguntar al propietario si existen medidas de protección.
La nueva clasificación como zona de alto riesgo es una llamada de atención: no bastan las prohibiciones, importa la implementación práctica. Con asesoramiento móvil, ayudas específicas y compromiso local se pueden cerrar las debilidades. Si no, quedará mucha incertidumbre —y el silencio en las granjas si un brote pone en peligro animales y fiestas. La pequeña criadora de Son Ferriol ha dado un paso: gallinero nocturno, comida cubierta. Más de eso, por favor.
La cuestión no es si tenemos normas, sino cómo las vivimos y las controlamos aquí. Ese es el verdadero desafío para Mallorca.
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