El club entre Magaluf y El Toro celebró su décimo aniversario, con una mañana deportiva y una animada fiesta por la noche. Una mirada desde la perspectiva de una habitante de la isla.
Un cumpleaños redondo que huele a césped recién cortado
\nSábado por la mañana, 9:30: En las instalaciones entre Magaluf y El Toro había movimiento, como si el campo hubiera despertado de un sueño. Los miembros iban llegando con carros, algunos aún con protector solar, otros con la calma de quien ya ha visto su primer té tres veces ese día. Era el día en que T Golf Calvià cumplía diez años — deportivo por la mañana, sociable por la noche.
\nMañana: fairways, risas, pequeñas victorias
\nEl torneo conmemorativo comenzó puntualmente; los grupos llegaron en pequeños grupos por el campo, en algunos greens la gente estaba muy junta para discutir el putt perfecto. Vi a un miembro del club que buscaba su bola durante minutos; solo para encontrarla tras un arbusto; aplausos y risas suaves, incluidos. Tras el juego, la gente se reunió en la casa del club: una comida rápida, las habituales felicitaciones y un pequeño reconocimiento para las mejores jugadoras y jugadores.
\nPor la noche: champán, brisa marina y música
\nHacia las 19:30 se llenó la terraza en la azotea. Alrededor de 200 invitados llegaron, algunos con un vestido ligero de verano, otros con camisa y sin corbata — típico y relajado aquí. En lugar de una etiqueta rígida, había botellas de champán, largas conversaciones y un buffet donde se encontraban ostras, sushi y pequeñas hamburguesas. Nueva era: una esquina de tapas locales que se vació sorprendentemente rápido.
\nLa música en vivo creó un ambiente agradable, no invasivo; muchos se trasladaron más tarde a la pista de baile. Se reconocieron caras conocidas de otros clubs, parejas, familias y expatriados — una mezcla que hizo que la noche se viera relajada y auténtica.
\nAtmosfera y algunas observaciones
\nLo que me quedó es la sensación de que un club así no es solo un campo de golf: es punto de encuentro, escenario y cantina a la vez. Entre copas de champán y conversaciones sobre handicap se podía oír el mar al fondo — un recordatorio de que vivimos en una isla donde incluso un partido de tenis o un torneo puede convertirse en una pequeña fiesta.
\nYa sea para jugar al golf o para celebrar, el día mostró que en diez años un campo puede evolucionar para conectar más que simples resultados deportivos. Y sí: a la mañana siguiente quizá había un par de zapatos más en la hierba — pero eso forma parte.
\nQuien no quiera perderse la próxima fecha de aniversario, se perderá una buena mezcla de deporte, encuentros y la ligereza mallorquina.
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