El primer domingo de diciembre, la Fira de Sa Perdiu llena la Plaça Major de Montuïri con música en vivo, showcooking y platos regionales. Artesanía, cocina local y la cálida atmósfera del pueblo convierten la fiesta en una cita clásica del otoño mallorquín.
Feria de la Perdiz en Montuïri: fiesta del pueblo, platos e historias de la Plaça
Cuando las campanas de Montuïri suenan hacia el mediodía y las primeras ollas burbujean sobre las cocinas de gas en la Plaça Major, llega de nuevo la Fira de Sa Perdiu —la tradicional feria de la perdiz. Cada año, el primer domingo de diciembre, la fiesta llena el pequeño centro con puestos, música y los aromas que uno asocia con la cocina de casa: carne asada, hierbas, pan horneado y el regusto dulce de los dulces de almendra.
El corazón del día late de 10:00 a 14:00: la música en vivo se alterna con demostraciones de cocina. Las exhibiciones culinarias en un escenario abierto atraen a la gente como la luz a las polillas; los asistentes miran, preguntan, prueban, y a veces en una degustación nacen recetas nuevas o se redescubren las antiguas. Los restaurantes del municipio participan con platos especiales; en muchas cartas hay interpretaciones en torno a la perdiz, pero también versiones vegetarianas y guarniciones mallorquinas clásicas.
La víspera, Montuïri ya instala los puestos: desde las 18:30 un mercado artesanal anima la Plaça Major. Tejedores de cestas, alfareros y fabricantes de joyería exhiben sus productos; la gente se acerca por los empedrados, se calienta las manos con una taza de café caliente y regatea los precios como si el año fuese largo y ningún viento fuera a vaciar los bolsillos. H hacia las 20:00, el concierto en la Plaça remata la jornada: buena música, escenario sencillo y las guirnaldas de luces sobre las mesas recuerdan que la comunidad es la mayor celebración.
Que la Fira de Sa Perdiu siga siendo un evento de tamaño comedido la hace entrañable. Sin grandes pancartas ni vallas que separen a la gente —se comparte banco con el vecino de la calle Carrer Major— y a veces alguien exclama que justo ese trozo de pan absorbe la mejor salsa. La atmósfera es auténtica: un poco ruda, un poco afectuosa, y eso precisamente atrae tanto a residentes como a visitantes.
Por qué esto es bueno para Mallorca: porque estas fiestas visibilizan a los productores locales, dinamizan la temporada baja y unen la tradición con la creatividad contemporánea. Cocineros jóvenes aprenden de recetas antiguas, productores venden directamente al público y la comunidad comprueba que su patrimonio sigue vivo. Para la hostelería supone un incentivo: más comensales en una fecha concurrida por locales, un empujón pequeño pero tangible en un mes habitualmente tranquilo.
Consejos prácticos para la visita: llegar temprano asegura un sitio al sol; llevar una chaqueta abrigada (diciembre suele ser fresco y ventoso); y una bolsa reutilizable para las compras. Pasead por las callejuelas tras la Plaça, donde suelen estar los puestos más tranquilos con regalos artesanales. Si queréis alargar la jornada, planificad la tarde: mercado artesanal desde las 18:30 y concierto a las 20:00 —una buena ocasión para cerrar el día con una copa de vino y música en directo.
La Fira de Sa Perdiu no es un evento pulido, es una fiesta de pueblo. Y por eso merece la pena el viaje: se oye la fuente de la Plaça, se huele el asado, se reencuentran conocidos y se descubren cosas nuevas. Quienes buscan el pulso de la isla más allá de la costa encontrarán en un domingo de diciembre una mirada intensa a la cultura cotidiana mallorquina, con el plato lleno y el buen humor de acompañamiento.
Perspectivas
La feria se mantiene como una cita fiable en el calendario local. Para los visitantes es una invitación: venid con apetito, quedad por la música y llevad un recuerdo artesanal a casa. Y para Montuïri, la Fira de Sa Perdiu es una pequeña prueba anual de que aquí las tradiciones no solo se recuerdan, sino que se viven.
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