Ingrid van Bergen: Mallorca-Zeit, Tiere und offene Fragen

Ingrid van Bergen: Una vida entre el escenario y la finca — y lo que Mallorca aún debe aclarar

👁 2173✍️ Autor: Ana Sánchez🎨 Caricatura: Esteban Nic

La actriz Ingrid van Bergen ha fallecido a los 94 años. Mallorca fue para ella refugio y campo de trabajo en protección animal. Una vida intensa, pero quedan preguntas, sobre todo acerca de los animales en su finca.

Ingrid van Bergen: Una vida entre el escenario y la finca — y lo que Mallorca aún debe aclarar

La actriz falleció a los 94 años. Sus años en Mallorca supusieron un nuevo comienzo, pero también dejaron preguntas sin respuesta sobre la protección de los animales.

Ingrid van Bergen murió el 28 de noviembre de 2025 a los 94 años. Quienes conocen su voz rasposa y su carisma rotundo de la posguerra recuerdan más que papeles de cine: van Bergen buscó en ocasiones el aislamiento, primero en Alemania y más tarde en Mallorca, donde en 1994 se instaló en una finca y, según parece, dedicó gran parte de su energía al bienestar animal. Allí alojó, según sus propias declaraciones, a más de cien animales, antes de llevarse en 2001 parte de ellos de regreso a la Lüneburger Heide.

Pregunta central: ¿Qué queda de una obra de vida cuando una parte de la historia —el cuidado y destino de los animales en la isla— sigue estando documentada de forma incompleta? Esta cuestión aleja del cotilleo de famosos y apunta a aspectos concretos: responsabilidad, transparencia y atención a largo plazo de animales entregados a manos privadas.

La biografía de van Bergen se lee como una novela de la posguerra alemana: nacida en 1931 en Danzig, ascendió desde el cabaré y los primeros papeles cinematográficos hasta interpretar roles destacados en decenas de películas y series. Participó en más de ciento cincuenta producciones y se mantuvo en el ojo público. Un capítulo decisivo fue el incidente mortal de 1977 y la posterior condena por homicidio; un revés que marcó su figura públicamente. Más tarde, en 2009, ganó un reality show, lo que mostró a muchos que su ánimo y su ingenio seguían intactos.

En Mallorca, sin embargo, se escribió otra parte de su historia: el trabajo con animales en una finca del interior de la isla. Allí aparentemente halló tranquilidad y una nueva misión. Al mismo tiempo, tras su marcha algunos animales pasaron a otras manos, y ahí surgen las preguntas abiertas. Van Bergen acusó entonces al comprador de su propiedad y a su entorno de que algunos animales fueron maltratados, revendidos o resultaron heridos. Estas acusaciones forman parte de la memoria pública, pero los procesos exactos y las responsabilidades son difíciles de reconstruir desde fuera.

Análisis crítico: falta una documentación fiable sobre cómo se llevaron a cabo esas entregas, tanto legal como prácticamente. Quien acoge o entrega animales en gran número en Mallorca debería al menos disponer de protocolos de entrega por escrito, informes veterinarios y reglas de posesión claras. Estos documentos evitan especulaciones posteriores y sirven de base para el control. Cuando personas famosas como van Bergen venden o transfieren propiedades, a ojos del público suele terminar la responsabilidad, pero moralmente esta persiste, especialmente si hay animales de por medio.

Lo que falta en el debate público son conversaciones sobre normas preventivas para la tenencia privada de grandes cantidades de animales. En los viñedos, entre cisternas y muros de piedra de la isla, veo con frecuencia gente que mantiene animales sin papeles o con cuidados insuficientes. Empieza con colonias de gatos y no termina con perros donados sin seguimiento. Las autoridades, los refugios y los servicios de emergencia están a menudo desbordados; protocolos de entrega obligatorios y sencillas obligaciones de notificación ya ayudarían mucho.

Una escena cotidiana de Mallorca: a media mañana el aroma del café recién molido recorre la Carrer del Sindicat en Palma, en el mercado se vende aceite y, fuera, en la carretera junto a una finca tapiada, una perra vieja pasea junto a su dueño. Estas imágenes muestran lo entrelazada que está la vida animal con la vida de la isla y cuánta inseguridad burocrática suele existir.

Propuestas concretas: 1) un sencillo protocolo de entrega para cesiones privadas de animales en Baleares, disponible en ayuntamientos y clínicas veterinarias; 2) un pequeño registro obligatorio para los censos a partir de determinado tamaño, por ejemplo a partir de diez animales, para garantizar trazabilidad; 3) mejor coordinación entre veterinarios, ayuntamientos y asociaciones de protección animal registradas, para que los animales no "desaparezcan" cuando cambian de propietario; 4) programas informativos para vendedores de mascotas y de ganado sobre sus obligaciones legales y morales.

Estas medidas no suponen invasiones extraordinarias de la privacidad, pero podrían impedir que destinos como los que van Bergen denunció públicamente queden en la penumbra. Además fortalecerían el trabajo de los protectores de animales en Mallorca, que a menudo tienen que improvisar.

La conclusión es clara: Ingrid van Bergen permanece como una figura de contrastes —mujer de escenario, condenada y defensora de los animales. Sus años en Mallorca la convirtieron para algunos en una persona cercana a la isla; para otros dejó preguntas abiertas. En lugar de debatir solo escándalos o triunfos, su recuerdo podría ser motivo para mejorar procesos, de modo que animales y personas estén mejor protegidos en el futuro. Ese sería un legado concreto acorde con la vida de van Bergen.

Al final queda una mirada personal: al recorrer el interior de la isla, cuando los olivares pasan junto a la carretera y el sol de noviembre cae bajo, se siente lo mucho que aquí se entrelazan lugares y personas. La finca de van Bergen ya no es más que un punto en el mapa, pero las preguntas que su estancia planteó nos conciernen a todos.

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