Pequeños malentendidos en el día a día muestran que emigrar no es solo mudanza, sino un aprendizaje diario. Sobre agua con gas, mañana y horarios de dormir.
Agua con gas, horarios de sueño y el famoso "mañana"
Cuando recientemente estaba en Palma con mi amiga Lourdes en la Plaça sa Bassa sa Vaquer sa sit, de pronto se puso seria y preguntó: ¿Beben realmente tanto agua con gas? Ella no lo dijo con malicia, sino más bien sorprendida. En su cabeza, el agua mineral con gas pertenece al menú del restaurante, no a la compra semanal en Mercadona.
Esas preguntas son inofensivas, pero muestran cuán pequeños pueden ser los tropezones culturales a veces. Llevo aquí ya cinco, seis años, desde el 2 de octubre, para ser exactos, y he aprendido durante este tiempo que los hábitos son muy locales. Cosas que en Alemania resultan naturales, aquí parecen inusuales: rituales nocturnos fijos, citas puntuales, la casi fija idea de la planificación semanal.
Un poco de humor, mucha paciencia
Un conocido de NRW se rió cuando, por primera vez, concertó una cita con un artesano: «Dijo mañana — puede significar mañana o incluso la próxima semana.» Nosotros nos reímos con él. Uno aprende a ver las citas con mayor flexibilidad. Del mismo modo se aprende que una cancelación repentina por lluvia es aceptable: «Llueve» a menudo basta como explicación.
Mi amiga también me preguntó por qué los niños aquí se acuestan más tarde, por qué se pasa horas en los cafés y por qué las decisiones a veces se toman con más calma. Yo me hacía las mismas preguntas, pero desde el otro lado. Lo importante es: ninguna parte tiene la respuesta universal. Nos vamos acostumbrando el uno al otro.
¿Qué ayuda? Escuchar. Hacer preguntas. Y de vez en cuando dejar el carrito con agua con gas cuando alguna amiga mira incrédula. Del mismo modo, ayuda explicar por qué se hacen las cosas de esa forma, sin sermonear.
Al final, la vida cotidiana permanece: pequeños conflictos culturales, roces, risas. Y una alegría inesperada cuando se da cuenta de que preguntar genera amistad. He aprendido que emigrar es más que hacer cajas: es la lenta traducción de hábitos a un nuevo lenguaje de convivencia.
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