Once fuertes tormentas en 2025, récords de granizo y tornados: un vistazo a las cifras, lo que falta en el debate y cómo puede reaccionar la isla de forma práctica.
Por qué el clima de Mallorca ya no es lo que era: verificación de la realidad
Pregunta principal: ¿Están las Baleares preparadas para esta nueva serie de tormentas?
Los hechos son escuetos pero incómodos: en 2025 el pequeño archipiélago del Mediterráneo registró un número inusualmente alto de eventos severos de tormenta —once en total. En comparación: en años anteriores los valores anuales solían estar en torno a cuatro eventos; el estudio de Duncan Wingen y Agustí Jansà contabilizó entre 2010 y 2023 un total de 43 eventos severos. En Mallorca hubo en 2025 seis días con granizo importante y tres días con tornados en tierra, dos de ellos en Palma, acompañados de rachas de viento medidas de más de 140 km/h en un día de septiembre. Esto ya no son anécdotas, es un patrón.
Hoy se oye frecuentemente la palabra «cambio climático» en conversaciones en el mercado o en un café del Passeig del Born, pero la conexión técnica es concreta: superficies de mar muy cálidas, con fases en las que la superficie del Mediterráneo ya en comienzos de verano está inusualmente caliente, aumentan la energía que los sistemas tormentosos pueden extraer. Meteorológicamente hablando: mar cálido + atmósfera dinámica = más potencial para tormentas severas. Esto no es un juego de adivinanzas, es física.
Análisis crítico: lo que los números realmente muestran
Primero, sobre la estadística: un año récord plantea la duda de si se trata de valores atípicos o de una nueva normalidad. Los datos disponibles muestran una tendencia al aumento de eventos fuertes y una prolongación de la temporada —lo que antes era una ventana breve a finales de verano/otoño ahora parece casi una fase de cuatro meses. Espacialmente destaca que el norte de Mallorca se ve afectado con más frecuencia que el sur; eso tiene consecuencias para la planificación de infraestructuras en municipios como Alcúdia y Pollença. Las rachas locales medidas por encima de 140 km/h no son solo un número: arrancaron tejas, tiraron semáforos y cambiaron los árboles de las calles. Esto es caro y peligroso.
Qué falta en el discurso público
Hablamos mucho sobre avisos y sobre imágenes en redes sociales. Pero rara vez se tratan tres puntos prácticos: Primero, los seguros y el acceso a ayudas financieras para hogares privados y pequeñas empresas. Muchos negocios dependen del turismo de corto plazo y se han vuelto más vulnerables por las tormentas recurrentes. Segundo, la sensorización conectada: estaciones meteorológicas, aforos y aplicaciones de alerta locales podrían avisar antes, pero están distribuidos de forma irregular. Tercero, la planificación urbana preventiva: sistemas de drenaje, superficies de retención y el mantenimiento de los cauces (torrents) se priorizan con poca frecuencia, hasta que el agua ya invade un garaje subterráneo.
Escena cotidiana de la isla
Imagínese una noche de noviembre en Palma: la lluvia golpea las contraventanas metálicas en la Carrer de la Missió, furgonetas de reparto atraviesan apresuradas el Passeig del Born, el propietario de un café recoge la pérgola y maldice en voz baja porque los charcos ya alcanzan los escalones de su local. En el puerto de Port de Pollença, los pescadores atan más fuerte sus redes. Escenas así se repiten con más frecuencia y ya no son fenómenos marginales.
Medidas concretas – de lo pragmático a lo estructural
No se trata solo de más avisos. Medidas concretas que los municipios y el gobierno de la isla pueden implementar de inmediato son: 1) Ampliación sistemática de redes locales de medición (viento, lluvia, niveles) y su conexión con las apps de aviso de la isla y AEMET. 2) Limpieza regular y desagües de mayor capacidad en los torrents; inversiones simples que a menudo son más baratas que las reparaciones posteriores. 3) Prohibiciones temporales de estacionamiento en zonas conocidas de inundación y señalización correspondiente, para que los coches no se conviertan en obstáculos que taponen. 4) Programas de subvenciones para propietarios que refuercen tejados y canalones frente a tormentas. 5) Infraestructura verde: reforestación en las montañas, renaturalización de humedales y zonas urbanas de infiltración reducen la escorrentía superficial. 6) Conceptos de seguros y ayudas rápidas para pequeñas empresas que necesitan volver a operar con rapidez tras un evento. 7) Demanda de mejores productos de previsión a organismos regionales y nacionales: la densidad de observación es crucial; cuanta más información, más precisas las alertas.
¿Quién paga todo esto?
Los costes pueden repartirse: hogares locales, municipios, el gobierno de las Baleares y programas de financiación europeos. No es un secreto que la adaptación cuesta dinero, pero la factura suele ser menor que la reparación de infraestructuras inundadas o la compensación por cosechas perdidas y medios de vida destruidos.
Conclusión: Las cifras de 2025 no son un único suceso, sino una señal de alarma. Mallorca debe pasar de la reacción a corto plazo a la preparación sostenible: mejores datos, medidas urbanas asumibles y mecanismos de ayuda para las personas y los negocios. Si no, las escenas que hoy parecen excepciones pronto serán la normalidad de los fines de semana. Y eso es algo que nadie en esta isla puede permitirse.
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