Intercambiaron una cafetería vienesa por vistas al mar: la experta en comunicación ciega Constanze y su pareja Sven cuentan por qué Palma para ellos no es un viaje, sino un hogar.
Del primer paseo por la playa a un hogar definitivo
Suena casi como de película: unas vacaciones de otoño que se quedan en la sangre de tal forma que, meses después, uno empieza a empacar cajas. Constanze, nacida en Viena, y Sven, un tipo de Hamburgo a tope, han hecho exactamente eso. Hace aproximadamente un año la idea fue creciendo, y en febrero de este año la decisión se tomó: desde entonces viven en Palma de Mallorca.
¿Por qué aquí precisamente?
«El mar tiene algo tranquilizante», dice Sven, mientras describe a lo largo del paseo marítimo de la Playa de Palma su pequeño ritual con espresso por la mañana. Constanze añade con una sonrisa: «Mi corazón se sintió más ligero aquí de inmediato». Para ella no son las imágenes, sino otros sentidos: aire salado, viento, olas—impresiones que ella capta conscientemente y que influyen en su trabajo.
Trabajo, que tiene que ver con el lenguaje y la cercanía
Ambos son coaches: ella está especializada en comunicación interpersonal y liderazgo; él en trabajo de pareja. Sus clientas y clientes siguen viniendo de Alemania y Austria; gran parte se realiza de forma digital. Aun así quieren estar más presentes en el lugar. La idea: pequeños talleres en alemán, tal vez por las noches en un café en Santa Catalina o en el espacio cultural de una finca—nada grande al principio, mejor conversaciones reales.
Un tatuaje como promesa
Algunos juran con palabras, otros con tinta. Para ellos, ambos: los contornos de la isla, tatuados en una tarde cálida en la playa, están ahora en sus antebrazos y les recuerdan a diario ese paso. Un gesto privado, y aun así una señal visible de que quieren quedarse.
Nuevas rutinas, viejos placeres
Los fines de semana descubren la isla: una visita al mercado en Sineu, una excursión a la Tramontana, una larga caminata junto al mar hasta que sus pies estén cansados. «Combinamos trabajo y vida, y dejamos suficiente espacio para la pausa» dice Constanze. Ella habla de la ceguera temprana: no elegida a propósito, pero de su forma parte de su historia. Hoy usa esa experiencia para hacer visibles para otros los puntos ciegos en las relaciones.
Son residentes nuevos típicos: curiosos, con una red que crece poco a poco, con una mezcla de citas en línea y encuentros reales. ¿Planean grandes eventos? Tal vez. Aún disfrutan de las pequeñas cosas: un café a las 10 en el Passeig, una breve llamada telefónica con una clienta en Viena, un paseo al atardecer.
Para la isla, esto es otra historia de personas que ven Mallorca como una oportunidad, no solo como un sueño de postal. Y para Constanze y Sven es simple: un hogar que quieren construir con cuidado, con respeto por la isla y su propio ritmo.
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