Hamburgo frente a El Arenal: una familia alemana cambia la rutina y el frío por su propia empresa de barcos, porque a veces la vida necesita una decisión sencilla.
De la lluvia de Hamburgo al día a día portuario en El Arenal
Esta historia no empieza con un gran plan, sino con una videollamada en una fría noche en Hamburgo. Gerrit y Ela Haude vieron cómo un amigo, al otro extremo de la pantalla, llenába con total naturalidad su piscina. Afuera lloviznaba. Dentro, la decisión quedó tomada de golpe: a la deriva, hacia el sol.
Una decisión que también tenía que ver con la salud
Ela, 42 años, había pasado por tratamientos duros durante la pandemia. Los fríos y grises inviernos del norte de Alemania le hicieron la vida más difícil — más dolor, menos movilidad. En Mallorca, cuenta a menudo, los inviernos más suaves le sientan bien. Eso fue una razón fundamental, no solo un sueño.
Cinco meses después, la mudanza se completó: vivienda desocupada, suegros curiosos, maletas hechas. La familia, ya con dos hijas, dejó Hamburgo atrás y encontró en El Arenal un nuevo ritmo: salir temprano al puerto, graznidos de gaviotas, olor a sal, y la rutina de un día en el agua.
De un empleo como empleado a su propio barco
Gerrit, 51, había trabajado como técnico de publicidad. En la isla fue subiendo paso a paso a skipper. Por casualidad, su mirada cayó en un barco más antiguo del puerto deportivo: The Phoenix. Puesto, dimensiones, el potencial — todo encajaba. Se arremangó, renovó, aprendió lo que faltaba y dejó el barco apto para salidas de chárter.
Hoy por las mañanas realizan excursiones familiares, por la tarde paseos y tours de atardecer. Hasta once huéspedes caben a bordo; el precio de una salida exclusiva empieza en torno a 650 euros, con paradas y bebidas. Popular es la ruta hacia Cala Blava: bahías tranquilas, acantilados y la vista al escondido hotel Cap Rocat, que desde el agua se ve especialmente bien.
De la mano
El proyecto es una empresa familiar: Ela gestiona reservas, organización y caja, los niños ayudan con el servicio, y los suegros suelen venir como primeros huéspedes. El barco es más que un lugar de trabajo; es nuestro nuevo comienzo, dice Gerrit.
Quien los visita se da cuenta rápido: aquí se mezcla trabajo honesto con una pizca de encanto isleño. No hay un folleto de lujo, sino una vida diaria con reparaciones los lunes, quemaduras de sol los miércoles y huéspedes satisfechos los fines de semana. Y por las noches, cuando las luces de Palma brillan suavemente, la familia suele sentarse en la cubierta y contar cuántas cosas harían de forma distinta, y a veces mejor, que antes.
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