En Nou Llevant, el sueño residencial moderno para algunos se ha convertido en una pesadilla nocturna: motores ruidosos, borracheras y un accidente han alterado al vecindario.
«Ya no hay tranquilidad» — Los vecinos están al límite de su paciencia
Desde hace meses, los residentes de un nuevo sector en Nou Llevant reportan molestias nocturnas recurrentes. Quien camina de día por las cafeterías de la Avenida México apenas nota cómo cambia el ambiente tras el ocaso: de pronto aparecen motores, gritos y vidrios, a menudo hasta altas horas de la madrugada.
Coches que no respetan nada
Varios vecinos cuentan que vehículos con escapes modificados y a gran velocidad usan las calles como circuito de carreras. Los residentes afirman haber visto coches varias veces circulando por las calles residenciales a más de 100 km/h — algunos incluso hablan de trayectos aislados que, según relatan, alcanzaron casi 150 km/h. Estas cifras son difíciles de verificar con exactitud, pero inquietan a padres que ven a sus hijos jugar en el parque.
Un accidente aumentó el miedo
Hace unos días se produjo una colisión cerca de la Calle Bogotá: un vehículo aparentemente perdió el control en una curva y embistió a otro. Según testigos, el supuesto conductor abandonó el coche y huyó corriendo. Afortunadamente nadie resultó gravemente herido, pero la escena volvió a tocar los nervios del vecindario.
Los habitantes han presentado quejas formales, iniciado peticiones y buscado diálogo con representantes locales. Exigen medidas concretas: bolardos en puntos críticos, controles de velocidad fijos y una presencia visible de las fuerzas del orden — no solo notas recordatorias.
Entre la comodidad de lo nuevo y la estructura antigua
Quienes se mudaron aquí hace unos años alababan las viviendas modernas y la cercanía al centro. Hoy se aprecia una contradicción: edificios de nueva construcción lindan con barrios donde aún perduran actividades informales. Algunos vecinos ven en esa mezcla un problema social que no se resolverá únicamente con tecnología.
Al final del día, la mayoría desea cosas sencillas: dormir, seguridad y paseos sin miedo. Si la administración actuará ahora con más rapidez que antes —con radares, islas reductoras o una mejor ordenación vial— lo dirá el tiempo. La gente planea hacer oír más su voz: reuniones organizadas, más fotos y documentación de fecha y hora de las molestias nocturnas — para que el enfado se convierta en medidas concretas.
Mi impresión: Nou Llevant sigue siendo un barrio en transformación. Por la noche, sin embargo, se nota cuánto trabajo queda por hacer para que los vecinos nuevos y los de toda la vida puedan convivir en tranquilidad.
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