Las antiguas olivas, higueras y plátanos de Palma son monumentos vivientes: pero proteger no significa automáticamente seguridad. Por qué algunos testigos históricos aún sufren y qué habría que hacer.
Los árboles urbanos que cuentan más que un monumento
Cuando las campanas de la iglesia suenan en la Plaça del Cort y el espresso en la esquina humea, allí está: el grueso olivo frente al Ajuntament. La gente se agolpa a su alrededor, fotografía, se apoya en su tronco. Se percibe entonces algo que apenas puede incorporarse en hormigón: historia. Y precisamente esa historia intenta preservar el registro balear desde 1991: actualmente 76 árboles protegidos en las Baleares, 50 en Mallorca, diez en Palma.
Pregunta guía: ¿es suficiente la protección oficial para salvar estos árboles?
Suele sonar casi idílico: una oficina decide, un árbol figura en la lista y ya está. Sin embargo, la protección no es una etiqueta estática, sino una tarea activa. A veces la ciudad pierde aun así a estos testigos. ¿Recuerda el ombú de la Plaça de la Reina? Estuvo en la lista desde 2003 y se partió en 2019. Eso demuestra: una inscripción por sí sola no protege del envejecimiento, la enfermedad o tormentas súbitas.
Lo que a menudo pasa desapercibido en el día a día: muchos árboles protegidos están en terreno privado. La ley exige permisos para podas y dicta un cuidado especial, pero la ejecución depende de los propietarios, la capacidad administrativa y el dinero. Un árbol puede estar protegido en el papel, pero en la práctica necesita cuidados, espacio para las raíces y a veces una nueva faja arbórea que no quede aplastada por una acera.
Aspectos que rara vez oímos
Primero: la impermeabilización del suelo. Superficies pavimentadas alrededor del árbol, aparcamientos, conducciones subterráneas: todo eso asfixia las raíces. Segundo: el cambio climático y nuevas plagas. Periodos de sequía más largos e inviernos más cálidos cambian la dinámica de hongos e insectos. Tercero: retrasos burocráticos. Si una copa monumental corre riesgo inminente de romperse, se necesitan decisiones rápidas, pero los trámites pueden durar semanas.
Y cuarto: el conocimiento y la valoración divergen. Unos ven en el viejo ficus del cementerio solo una fuente de sombra; otros, a un testigo centenario. Sin divulgación, a menudo falta la disposición a invertir.
Obras concretas en Palma
Mencionar a los protagonistas conocidos: la robusta oliva frente al Ajuntament, la enorme higuera en el patio de La Misericòrdia, el ficus en el Cementiri, el azufaifo chino en el Convent de la Concepció y la legendaria "Na Capitana" de Son Muntaner. Estos árboles necesitan más que un cartel: requieren abastecimiento de agua planificado, cuidados profesionales regulares, zonas de protección contra la compactación y capacidad de intervención rápida ante daños.
Qué ayudaría de forma concreta
Primero: un fondo local de emergencia para cuidados arbóreos urgentes. Si una copa cambia drásticamente, la responsabilidad no puede quedar atrapada en meses de trámites administrativos. Segundo: contratos de mantenimiento con arboristas especializados y formación para los jardineros municipales: no es un lujo, sino prevención. Tercero: desimpermeabilización del suelo alrededor de los troncos antiguos y recorridos peatonales flexibles en lugar de placas rígidas. Cuarto: incentivos para propietarios privados para que inviertan en sus árboles: beneficios fiscales o subvenciones podrían ayudar.
La técnica también ayuda: sensores en los árboles para humedad y estrés radicular, mapas digitales donde cualquier vecina o vecino pueda notificar daños, y paneles interpretativos que cuenten por qué una oliva es más vieja que la bisabuela del barrio. Esas medidas fortalecen la identificación y generan presión a favor de la protección.
A corto plazo son necesarias además modificaciones pragmáticas: un procedimiento para podas de urgencia con evaluación obligatoria posterior, equipos periciales más rápidos y una regulación clara de responsabilidades entre propietario y municipio. A largo plazo Palma necesita una estrategia arbórea que integre resiliencia climática, biodiversidad y paisaje urbano.
Si en calurosos días de agosto te sientas bajo el denso follaje de esa higuera del patio y los ruidos de la ciudad se atenúan, se nota lo valiosa que es esa sombra. Los árboles no son solo verde: son archivos, aires acondicionados naturales y cronistas mudos. Sería una pena que quedaran en un formulario mientras sus necesidades desaparecen bajo el asfalto.
La pregunta central sigue siendo: ¿queremos de verdad proteger nuestros monumentos vivientes o nos basta la buena sensación de verlos en una lista?
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