Quien paga 20.000 euros puede alquilar desde Ibiza un yate que fue real: 43 metros, jacuzzi, jetskis y una historia sorprendente detrás.
Lujo en el mar, pero con una historia
Si se pasea una tarde cálida por el Westdock y se observan las luces de los yates, uno puede imaginar cómo debe ser: champán en la cubierta solar, el mar bajo los pies y un equipo de tripulación que atiende cada deseo. El yate en cuestión mide cerca de 43 metros y hoy lleva un nombre distinto al que tenía en la época en que a bordo estuvo un conocido monarca español. En resumen: no se alquila solo un barco, sino también un trozo de chismes y historia marítima.
¿Qué se obtiene por 20.000 euros al día?
El precio diario, según la temporada, se sitúa alrededor de 19.000 a 21.500 euros —en verano tiende a ser más alto. A cambio incluye tripulación, combustible (en parte), confort y un paquete de equipos de deportes acuáticos: jetskis, tablas de paddle surf y equipo de snorkel. En el interior hay cabinas para ocho huéspedes en total, una cómoda sala de cine/TV, una barra, amplias zonas para recostarse y un jacuzzi. Para quienes prefieren viajar rápido: la máquina es potente; el buque en su momento no era precisamente un estorbo en velocidad.
Construido, regalado, vendido — un breve capítulo
El barco se construyó a principios de la década de 2000 en un astillero español conocido. En aquel entonces llegó como regalo a manos reales; desde entonces la propiedad ha cambiado varias veces. En resumen: tras años bajo la custodia de distintos propietarios, el buque pasó por varias manos, fue puesto a veces en alquiler y finalmente integrado en flotas de charter profesionales. Hoy es gestionado por una empresa especializada en charters exclusivos por el Mediterráneo y utiliza el yate desde Ibiza.
Consejo práctico: Quien quiera reservar un buque así debe planear con antelación. Contratos, acuerdos con la tripulación y reservas de atraques requieren tiempo. Y: no todos los atraques son adecuados para yates de 43 metros: Palma, Ibiza y algunas marinas privadas son puertos de salida y llegada populares.
¿Para quién vale la pena?
Eso no es una cuestión de puro confort, sino de la experiencia: para grupos que valoran la privacidad, la velocidad y un amplio arsenal de deportes acuáticos bien equipado, un chárter así tiene sentido. Para todos los demás, a veces basta un tour de medio día con embarcaciones más pequeñas — más económico y casi igual de bonito, sobre todo si lo que realmente se quiere es bañarse y ver los acantilados de Mallorca.
Al final queda una extraña mezcla: brillo real, tecnología moderna y un cartel de precio que hace tragar a algunos. Si miras de cerca, verás también que las islas y puertos siguen siendo la mayor atracción, no el metal bajo la pintura.
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