La autoridad balear considera ilegales los precios elevados en Cala Major. Palma tiene diez días para tomar medidas.
Premium tumbonas en Cala Major: ¿Qué ha pasado?
En la playa de Cala Major, en pleno verano, normalmente reina una atmósfera de camiseta y sandalias. La semana pasada, sin embargo, paseantes, habituales y unos vecinos resignados miraron indignados los carteles de precios de las tumbonas: 70 euros por dos tumbonas y un dosel — mucho más de lo que muchos creían posible.
La autoridad dice: así no se puede seguir
Ahora una autoridad competente en las Baleares ha declarado estos precios como no permitidos. El asunto se ha remitido oficialmente al ayuntamiento de Palma. Según la autoridad, la alcaldía tiene diez días para responder. Quien trabaje en Palma sabe que diez días es un plazo corto para procesos administrativos, pero suficiente para enviar una señal clara.
Por qué es importante: No se trata solo de un poco de comodidad en la playa. Se trata de derechos de los consumidores, de reglas claras para las concesiones y del equilibrio entre turismo y vida cotidiana de los habitantes. Muchos aquí dicen que los precios son un síntoma de cómo áreas que antes parecían públicas se van comercializando cada vez más.
Lo que planea la ciudad
Palma anunció que se concederán de nuevo las concesiones en las playas. Eso significa: menos tumbonas en total, normas más estrictas en la fijación de precios y, aparentemente, cambios constructivos — en Cala Major podría desaparecer uno de los dos pequeños chiringuitos. Eso cambiará la situación local, sin duda.
En Passeig Marítim, donde entrevisté a algunos vecinos, algunos se quejan: 'Los turistas pagan, así que será más caro.' Otros visitantes dicen que estarían dispuestos a pagar más, pero exigen transparencia y calidad natural — no un carácter de explotación.
Cómo sigue
Precios ilegales ya están en el expediente. Palma debe decidir si impone multas o retira concesiones. Para los turistas, vale la pena revisar las listas oficiales de precios en la playa; y para todos los que viven aquí, es una prueba de cuán en serio toma la ciudad su política de playas.
Un recordatorio para la próxima caminata por la playa: vigilar precios, expresar dudas y, si es necesario, informar a las autoridades. A veces es suficiente para que algo cambie.
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