Sóller quiere prohibir los juegos en la playa en verano — análisis local

Sóller quiere prohibir los juegos en la playa en verano — análisis local

👁 2378✍️ Autor: Lucía Ferrer🎨 Caricatura: Esteban Nic

El municipio de Port de Sóller planea prohibir juegos, deporte y altavoces en la playa durante la temporada alta. Explicamos por qué la norma puede ser problemática y cómo podría aplicarse mejor.

Sóller quiere prohibir los juegos en la playa en verano — prueba local

Pregunta guía: ¿Protege la nueva ordenanza de playa la tranquilidad, o deja la playa sin vida?

El municipio de Port de Sóller planea prohibir en temporada alta los juegos, los deportes y el uso de altavoces en la playa y en el agua. Los juegos con balón solo estarían permitidos en zonas señaladas; quien incumpla se arriesga a una multa de hasta 3.000 euros. Suena a reglas claras, pero ¿qué significa eso para las familias, los vendedores y la música nocturna en la playa después del atardecer?

En el Passeig, donde el tranvía amarillo de Sóller a menudo suena y los pescadores descargan redes a primera hora, la playa es un lugar mixto: niños juegan al fútbol en la orilla, mayores leen el periódico a la sombra de los pinos, y algunos cafés colocan mesas junto al agua por la noche. Una prohibición general afecta precisamente a esta convivencia. Resuelve un problema práctico —ruido y conflictos— pero también crea otros nuevos: ¿Cuán grandes serán las «zonas señaladas»? ¿Estarán lo suficientemente alejadas de los cafés o situadas en un rincón que nadie quiera visitar?

En el análisis surgen tres puntos problemáticos: primero, la proporcionalidad. Una multa de 3.000 euros parece una herramienta contundente; contra jóvenes con una pelota de playa es desproporcionada. Segundo, la practicidad: ¿quién hará cumplir la prohibición en la arena y en el agua? ¿Los socorristas, la policía o un servicio privado? Tercero, la transparencia: hasta ahora falta comunicación pública —planos de las zonas señaladas, fechas exactas de la temporada, horarios o excepciones (niños, actividades deportivas organizadas, eventos culturales)— no se han indicado.

También faltan detalles técnicos y sociales: no hay indicaciones sobre la señalización, ni límites de decibelios, ni información sobre si se ha consultado a arrendadores, chiringuitos y operadores turísticos. Esos puntos deciden si una normativa es aceptada o si genera conflictos diarios. En Mallorca, donde las noches de verano suelen acompañarse del zumbido de los scooters, las voces en el puerto y ocasionalmente una guitarra, el ajuste fino determina si una prohibición aporta tranquilidad o solo desplaza el ruido.

Propuestas concretas para que el municipio aborde el tema de forma más justa y manejable:

1) Zonas de juego cartografiadas: al menos dos áreas claramente señalizadas a lo largo de la costa, con carteles en el Passeig y en los accesos. Las zonas deben ser aptas para familias y fáciles de acceder, no escondidas en rincones apartados.

2) Graduación de sanciones: advertencias y multas escalonadas en lugar de una sanción máxima elevada de inmediato; sanciones aumentadas ante reincidencias. Así la norma sería aplicable y proporcional.

3) Ventanas horarias en lugar de prohibición total: restricciones durante las horas de máxima afluencia por la tarde y por la noche, con uso libre por la mañana o en franjas recreativas claramente definidas.

4) Diálogo con residentes y comercios: reunir a negocios locales, chiringuitos y hoteleros para encontrar soluciones prácticas; publicar mapas y documentos online con transparencia.

5) Fase piloto y evaluación: probar la prohibición durante una temporada, recoger datos (número de conflictos, denuncias, quejas) y ajustar después.

En la calle ya se oyen opiniones: una vendedora de playa en Platja d'en Repic dice que espera tranquilidad para sus clientes mayores; un padre de Sóller teme que sus hijos pierdan espacio para jugar. El paisaje sonoro del puerto —gritos de gaviotas, motores, voces en catalán y castellano— no desaparecerá, pero las nuevas normas cambiarán lo que se considera normal.

Conclusión: la intención de reducir las molestias en la playa es comprensible. La redacción actual, sin embargo, corre el riesgo de sobreregular y generar conflictos porque faltan detalles sobre su aplicación. Una solución más participada, escalonada y comunicada con claridad produciría más probabilidades de tranquilidad sin convertir la playa en un lugar demasiado reglamentado en el que niños y vecinos no puedan convivir.

Un pequeño consejo práctico: Quienes visiten Port de Sóller en verano deberían mirar los anuncios en el Passeig o preguntar en la oficina de turismo antes de ir a la playa: así se evitan malentendidos y multas costosas.

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