Nebensaison 2025: Warum Hoteliers auf Mallorca die Preise anheben

Cuando la temporada baja se encarece: por qué los hoteleros de Mallorca siguen subiendo los precios

👁 2134✍️ Autor: Ricardo Ortega Pujol🎨 Caricatura: Esteban Nic

La hotelería en Mallorca registra una demanda robusta incluso fuera de la temporada alta y aprovecha para subir tarifas. Analizamos los datos del estudio sectorial, preguntamos a quién beneficia, qué falta en el debate y qué medidas podrían aliviar de verdad a la isla.

Cuando la temporada baja se encarece: por qué los hoteleros de Mallorca siguen subiendo los precios

Pregunta central: ¿Qué justificación tienen los recargos en una época en la que los residentes sufren el aumento del coste de la vida y de la vivienda?

En el Passeig del Born por la mañana huele a café recién hecho, los taxistas discuten sobre los turnos, y en el puerto una nueva construcción hotelera provoca suspiros una y otra vez. En ese escenario encaja una cifra sobria: el sector registra para septiembre y octubre una ocupación hotelera de alrededor del 85% –un punto más que el año anterior. Al mismo tiempo, los ingresos por habitación (RevPAR) aumentaron hasta unos 118 euros, y la tarifa media por habitación (ADR) se sitúa en cerca de 140 euros, ambos al alza respecto a 2024. Para la primavera, las previsiones apuntan a un precio medio por noche de unos 152 euros, es decir, claramente superior al año anterior.

Estas cifras proceden de un análisis de mercado de la patronal hotelera española CEHAT, elaborado en colaboración con una gran consultora. La conclusión: hay demanda, las conexiones aéreas son buenas, el entorno macroeconómico deja oportunidades, por lo que el optimismo crece en el sector. De ello deducen algunas empresas la sencilla ecuación: oferta limitada, demanda estable = precios más altos, también fuera de la temporada alta.

Una lectura crítica, sin embargo, debe preguntar: ¿a quién benefician realmente estos recargos? A corto plazo, las tarifas crecientes llenan las arcas y aparentemente facilitan los planes de inversión y financiación de los hoteleros. A largo plazo, no obstante, el aumento continuado de precios puede poner en riesgo la imagen de la isla como destino asequible y alterar el equilibrio entre el valor económico del turismo y la calidad de vida de los residentes.

Lo que falta en el debate público es la perspectiva de quienes menos se benefician: trabajadores temporales, empleados de restauración y limpieza, familias con ingresos bajos. Las cifras del sector muestran buena ocupación, pero no necesariamente mejores salarios ni viviendas asequibles. La propia CEHAT señala que la escasez de vivienda complica la captación de personal y reclama por ello un mayor compromiso con la construcción de viviendas asequibles. Aun así, no queda claro cómo van a traducirse concretamente las subidas de precios en el sector hotelero en mejores condiciones laborales.

Otra carencia: el análisis se centra en indicadores agregados –ocupación, precios medios, ritmo de reservas– pero dice poco sobre las fracturas regionales. En la isla vemos picos de demanda en Palma y en determinados destinos costeros, mientras que municipios más pequeños viven otra realidad. Un seguimiento diferenciado ayudaría: datos locales de ocupación, duración media del empleo, proporción de contratos temporales y salarios efectivamente pagados.

¿Qué hacer, entonces? Propuestas concretas, no wishlists, sino pragmáticas:

1) Fomentar la transparencia de precios: un panel abierto con datos de ADR y ocupación por municipio haría visibles los desplazamientos del mercado y generaría presión hacia prácticas más justas.

2) Destinar la tasa turística de forma dirigida: si realmente se aplica un impuesto ecológico, sus ingresos deberían dedicarse de forma vinculante a vivienda asequible y formación, no al presupuesto general sin destino específico.

3) Promover viviendas para empleados: los ayuntamientos podrían ofrecer modelos de cesión para trabajadoras y trabajadores de hotelería, poner suelos libres a condiciones favorables o crear incentivos fiscales para que los hoteles construyan viviendas para su personal.

4) Mitigar la estacionalidad: fomentar hermanamientos, congresos y eventos fuera de temporada, además de incentivos aéreos coordinados para meses más tranquilos; eso suaviza la demanda y reduce la justificación de fuertes recargos.

5) Código de conducta sectorial sobre política de precios: un compromiso voluntario que limite recargos excesivos en temporada baja y apueste por incentivos para estancias más largas podría servir a la imagen del destino.

En la calle se perciben las consecuencias: una empleada de limpieza en Palma que toma el tranvía al amanecer habla de alquileres que suben; un taxista calcula si encontrará menos turistas con presupuestos bajos. No son cifras abstractas: es el día a día en la isla.

Al final cabe preguntarse: ¿puede una isla permitir ajustes de precios en la cúspide del mercado y al mismo tiempo preservar la cohesión social? Las cifras del sector ofrecen actualmente respaldo a los hoteleros. Pero los indicadores de rentabilidad no sustituyen a una política que piense conjuntamente vivienda, condiciones laborales y diversidad turística.

Conclusión: sólidas cifras de ocupación y precio explican el comportamiento actual de muchos hoteles, pero no lo justifican sin condiciones. Quienes encarecen la temporada baja deberían asegurarse de que los beneficios de esa evolución de precios lleguen no solo a los balances, sino también al día a día de la isla.

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