Las joyas ocultas de Mallorca: Guía de lugares recónditos de la isla

Nuestro viaje comienza en la Serra de Tramuntana, sin duda la zona más salvaje y menos explorada de Mallorca. A menos de un kilómetro de Banyalbufar, un pintoresco pueblo que sirvió de telón de fondo para un popular anuncio de televisión, se encuentra nuestra primera joya escondida. Para llegar a ella, tendrá que tomar una curva cerrada a la derecha seguida de un pronunciado descenso hacia el mar. A mitad de la cuesta, puede aparcar el coche en el pequeño aparcamiento público y continuar el descenso a pie hasta llegar a Cala Banyalbufar. Esta cala de piedra fina está protegida por un acantilado, y por algunas de sus rocas baja agua dulce que proporciona una improvisada y refrescante ducha natural. La gente que llega hasta aquí busca tranquilidad, no hay embarcaciones y la belleza del entorno hace que el baño sea un auténtico placer.

Más adelante, por la carretera de Tramuntana en dirección a Sóller, se encuentra Port des Canonge, un recóndito enclave al que sólo se puede acceder tras recorrer seis kilómetros de cerradas curvas de 180 grados. Esta pequeña playa de piedra, con el telón de fondo de los escars -antiguas cabañas de piedra que los lugareños utilizaban para guardar sus barcas, ahora protegidas- y las características barcas de pesca, es ideal para darse un refrescante chapuzón en el mar.

En el corazón de la sierra, justo después del pintoresco pueblo de Deià en dirección a Sóller, hay un tercer rincón poco visitado, escondido entre los árboles y la vegetación natural de la Tramuntana. Llucalcari es un pequeño pueblo formado por unas veinte o treinta casas. Desde aquí se accede a otra recóndita cala rocosa, Es Canyaret, de aguas cristalinas y un barranco con una fresca cascada que desciende de la montaña.

Cambiando de dirección, en el noreste de Mallorca nos encontramos con la Colònia de Sant Pere (en el municipio de Artà), un pueblo donde muchos mallorquines poseen una segunda residencia y con una mínima afluencia turística, y después con Betlem, donde sólo una pequeña urbanización perturba el entorno natural. Es fácil aparcar en Betlem y dirigirse a pie a sus bahías vecinas. La costa está formada por pequeñas bahías de piedra, con algún que otro escar que de algún modo ha logrado sobrevivir a años de abandono y al constante embate que recibe de las olas durante los meses de invierno.

Por último, nuestra ruta por rincones escondidos de la isla nos lleva a la zona de Migjorn (en el sur de la isla), y más concretamente a Santanyí, una de las partes más espectaculares del litoral mallorquín. La arena blanca y el mar turquesa hacen de esta zona un sueño hecho realidad para los amantes de la playa. Rodeada de típicos pinares y muy cerca de Cala Llombards, la playa más grande y concurrida de la zona, se encuentra Es Caló des Moro, una diminuta bahía escondida entre árboles y rocas.