Aparición inesperada en Palma: la infanta Cristina llegó el viernes, se mantuvo en privado — y ya el domingo regresó a Ginebra.
Breve aparición en Palma — discreta y sin aspavientos
En la madrugada del viernes, cuando la ciudad aún olía a café y a calle mojada, aterrizó un vuelo de Vueling procedente de Ginebra con escala en Barcelona en el aeropuerto Son Sant Joan. Sobre las 9:10 descendió una mujer que muchos conocen en Palma: la infanta Cristina. No hubo grandes imágenes, ni un mar de flashes — sino una recepción tranquila por parte de algunos amigos.
Sin programa oficial, sin grandes declaraciones
Hablé en la terminal con algunos taxistas; uno contó que vio el Mini que al parecer se usó para recogerla. En mi cabeza: un coche pequeño, discreto, como los que se ven por la Avinguda Gabriel Roca. ¿Durmió en el palacio de Marivent? Eso queda abierto. Desde su entorno solo se dijo que se comportó de forma discreta.
Importante: Cristina no se pronunció públicamente sobre las recientes publicaciones sobre la familia. Al preguntar, nadie respondió en el lugar; la actitud parecía más reservada que desafiante. Se percibía que este encuentro no iba a ser un espectáculo — más bien una visita corta, algo privado.
Pocos minutos, mucha historia
La isla conoce las historias: épocas en las que los nombres eran más ruidosos que las personas. Tras el proceso Nóos su relación con Mallorca cambió, eso es evidente. El nombre de su exmarido, Iñaki Urdangarin, sale en las conversaciones de forma recurrente, porque fue motivo de la distancia. Aun así: la gente recuerda veranos en Marivent, paseos por la playa y reuniones familiares.
La tarde del domingo Cristina ya volvía hacia Ginebra. Amigos la acompañaron hasta la zona VIP del aeropuerto — discreto, sin alboroto. Quienes la vieron en esa pequeña escena describen todo como algo rutinario: un abrazo breve, unas palabras y luego la despedida.
Lo que queda
Para la mayoría esto fue más una anécdota que un suceso con consecuencias. Un propietario de un café en Santa Catalina me dijo: «Se ve de todo en la isla, pero aquí todavía se respeta la privacidad». ¿Durará esto mucho tiempo? Quién sabe. Por ahora fue una visita silenciosa — no un acto de Estado, ni una manifestación, simplemente alguien que apareció en la ciudad por unas horas.
Conclusión: Una visita breve y discreta de una persona conocida, mucha discreción, pocas respuestas. La isla respiró por un momento — y luego la vida normal continuó: autobuses, mercados y las conversaciones habituales en la plaza.
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