La idílica Cala Romàntica se transforma poco a poco en una obra en construcción: ruidos, camiones de reparto y proyectos de construcción desde Madrid provocan molestias entre los vecinos y los ambientalistas.
Cuando la cala parece bonita — pero al lado se taladra
Quien hace unos años iba a Cala Romàntica, se detenía en el pequeño estacionamiento, inhalaba el olor a sal y a pino y pensaba: Aquí se puede quedar. Hoy la escena está dividida. Entre turquesa y pinos retumban las hormigoneras, camiones de reparto circulan por la estrecha MA-4020 hacia arriba y hacia abajo, y vallas de obra cortan la vista de la cala.
Estuve allí un martes soleado alrededor de las 9:15; las hamacas estaban llenas, la barra de la playa ya soportaba el calor de mediodía, y desde los taludes llegaba el ruido de la construcción. Un vecino mayor, a quien todos llaman Toni, dijo de forma lacónica: 'Antes solo oíamos gaviotas. Ahora se escucha la compactadora'.
Nuevos proyectos, viejas heridas
En las colinas alrededor de s’Estany d’en Mas han surgido inversionistas de Madrid que pretenden cambiar el rostro de la zona: un proyecto planea 77 viviendas unifamiliares en parcelas grandes, otro quiere completar 159 dúplex que llevan años incompletos —bajo una nueva etiqueta y con dinero nuevo. Para los vecinos, eso significa años de más ruido, polvo y tráfico de mercancías.
El problema: Mucho de ello va dirigido a propietarios de viviendas vacacionales con bolsillos abultados, no a las personas que aquí viven y necesitan alquileres asequibles. El grupo ambiental GOB habla de una 'insolencia' — y eso se escucha a menudo en la calle.
María, que trabaja en una pequeña panadería en la avenida, pone los ojos en blanco: 'Los camiones llegan a menudo a las 6:30. Los visitantes de la playa no se enteran; solo están de paso'.
¿Qué queda de la idílica?
Entre complejos turísticos bien cuidados, algunas casas renovadas y ruinas surge la pregunta: ¿aprende la isla de su pasado? Muchos cuentan la historia de la burbuja inmobiliaria que estalló y de cómo los proyectos empezaron con promesas y nunca se terminaron. Ahora parece que el juego vuelve a empezar, pero con otros inversores.
No hay una respuesta sencilla. Las autoridades destacan permisos y normativas; los inversores hablan de empleos y de terminar antes de 2026. A nivel local, a menudo suena vacío: Manolo, el dueño de un bar, dice seco: 'Los empleos son buenos. Pero no cuando las playas desaparecen bajo el hormigón'.
Entre pinos y hormigón se toman ahora las decisiones que dentro de décadas aún se verán — y se oirán.
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