El consejo insular ha iniciado un procedimiento que podría hacer que la ruina del Castell d'Alaró pase a manos públicas. Para los habitantes, eso significa esperanza y escepticismo.
El consejo insular aprieta las riendas
Al pie del Puig de Alaró la gente susurra: algo está pasando. El Consejo Insular ha iniciado formalmente un procedimiento que podría convertir en propiedad pública la expropiación de un terreno alrededor de la ruina de la fortaleza. El trasfondo es una ley votada en verano sobre proyectos estratégicos — una herramienta jurídica que permite a las autoridades actuar más rápido que antes.
¿Qué hay detrás?
En resumen: con el nuevo estatus, la administración podría clasificar el terreno como lugar público con protección arqueológica y así organizar restauraciones y accesos por cuenta propia. Sería práctico, porque Castell d'Alaró ha estado durante décadas sujeto a un mosaico de derechos de propiedad: muros y ruinas en propiedad estatal, terreno en propiedad de una familia local, capilla y hostal gestionados por el municipio.
La familia afectada ha pedido, según fuentes municipales, una suma alta; las negociaciones con el Estado han obtenido hasta ahora mucho menos. Esta diferencia financiera, conflictos personales y unas cuantas líneas marcadas en el suelo han provocado disputas durante años — y procesos que duran para siempre.
Entre la conservación del monumento y el turismo
Si el procedimiento funciona, Castell d'Alaró podría por fin obtener una salvación planificada: muros revisados, senderos asegurados y un lugar accesible para los visitantes. Para muchos habitantes suena razonable — pero no todos están contentos. Algunos temen que el sitio se convierta demasiado en un atractivo turístico; otros dan la bienvenida a la esperanza de que la ruina no se deteriore más.
El ministro de Ordenación Territorial estuvo recientemente en el lugar y dijo, aproximadamente, que quiere que el Castell pertenezca a todos. Si eso contrapesa los derechos de las pequeñas familias frente al interés público, lo decidirán los tribunales y el municipio.
Un lugar con carácter — y historia
Quien conoce la empinada subida del GR-221 sabe: arriba no solo hay historia, sino vistas, cabras y el aroma del romero. La pequeña capilla Mare de Déu del Refugi aún atrae a gente; 150 metros más abajo, Es Verger sirve la famosa paletilla de cordero — un ritual tras la subida.
Al final queda la pregunta: ¿A quién pertenece el patrimonio cultural de una isla como la nuestra? La prevista expropiación podría ser un cierre pragmático — o el inicio de nuevas disputas. Hasta que quede claro, los excursionistas siguen subiendo, sudan, hacen fotos y discuten arriba entre la ruina y la muralla del claustro. Y al bajar ya huele a pan del horno de Es Verger — ahí la historia sabe aún mejor.
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