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Costa Canyamel: residentes al borde de la paciencia tras 22 años de letargo de las autoridades

Costa Canyamel: residentes al borde de la paciencia tras 22 años de letargo de las autoridades

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En Costa Canyamel, los vecinos reparan las calles por sí mismos y pagan el asfalto, mientras el ayuntamiento continúa esperando soluciones.

Entre baches y burocracia: así viven las personas en Costa Canyamel

Cuando uno sale por la entrada a la Urbanización Costa Canyamel por la mañana, se da cuenta de inmediato de que algo no está bien. Farolas que ya no iluminan, solo quedan como postes decorativos. Aceras que en algunas zonas simplemente faltan. Y baches en el asfalto en los que casi se rompe el buje de la rueda. Hablo con los residentes que viven aquí desde hace años; muchos son residentes alemanes, algunas familias, algunos jubilados que tienen el mar a cinco minutos.

Desde 2003 la aceptación oficial de la urbanización está en el aire. Dos décadas después, de «pronto todo estará resuelto» ha pasado a ser un áspero estado permanente. La consecuencia: soluciones de emergencia en lugar de una infraestructura confiable. Escaleras que no pueden usarse libremente, señales derrumbadas y una red de alcantarillado que nunca se terminó. Un vecino lo resume con frialdad: Se conduce aquí con mucha precaución, o te quedas atascado.

Iniciativa propia – por desesperación

En la primavera de 2024, los vecinos abrieron sus bolsillos. Pagaron a una empresa local 91 toneladas de asfalto para tapar, al menos, los cráteres más graves. ¿Una buena acción? No del todo: el municipio luego emitió una factura por la autorización para trabajar en la pública calle. Paradoja, pero desafortunadamente real. Algunos dijeron: «Si esperamos, nos quedamos atrás». Así que actuaron.

Estas acciones no son una solución, son un síntoma. Quien repara, corre el riesgo de problemas con las normas; quien no hace nada, corre el riesgo de accidentes. Los martes por la mañana se ve regularmente pequeños equipos con chalecos de seguridad y herramientas: voluntarios que rellenan las grietas con material provisional para que los niños lleguen con seguridad a la parada de autobuses.

Respuesta del ayuntamiento – esperanzas vagas

Del ayuntamiento se dice que se está trabajando en una «solución de emergencia». Nadie habla de algo más concreto. Suena a pruebas, informes y procedimientos que ya ocupan a tres generaciones de políticos locales. Para los afectados es cínico: quieren rutas de escape funcionales, iluminación y una conducción de agua limpia. Sin promesas.

Y hay una observación amarga: por un lado fluyen fondos hacia proyectos visibles, como la senda para ciclistas en la carretera, que recientemente recibió millones en financiación. Por otro lado, una urbanización residencial queda rezagada, demasiado oficial para ayudarla a sí misma y demasiado informal para recibir el apoyo total del municipio.

¿Qué hacer ahora?

Un paso realista sería un plan de acción con pasos claros: trabajos de seguridad inmediatos, un presupuesto claro y un plazo vinculante para la canalización. Hasta entonces, a los vecinos solo les queda conducir con mayor precaución, evitar las farolas como si fueran cabellos mal peinados al viento y, ante cada chaparrón, elevar sus ruegos un poco más alto. Así suena la vida diaria cuando las promesas de las autoridades maduran durante mucho tiempo, y al final las personas deben tomar cartas en el asunto.

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