En cuanto aparecen nubes en el cielo, las multitudes se desplazan desde la playa y los hoteles hacia el casco antiguo de Palma. Los comerciantes se alegran, los residentes se quejan: un espectáculo conocido.
Nubes sobre Palma — y de repente el casco antiguo se llena
Ayer por la mañana, alrededor de las 11, llegaron nubes oscuras desde el mar. No hubo aviso de tormenta, solo esa luz más pesada y típica que los veraneantes prefieren evitar en la costa. En cuestión de minutos cambió el ambiente: los bañistas recogieron sus toallas, los grupos de autobús encontraron su nuevo destino: las callejuelas del casco antiguo.
Un breve chaparrón — un gran desplazamiento
Yo estaba en el Passeig Mallorca cuando las primeras personas se dirigieron hacia la Plaça Major. Parejas jóvenes, familias con cochecitos, un señor mayor con sombrero de paja que compartía su sándwich: todos buscaban refugio, un café o simplemente una calle animada para esperar la lluvia. Ante los aparcamientos públicos las señales electrónicas mostraban «completo». Los agentes de policía regulaban, como es habitual en esos días, el tráfico y guiaban a los peatones por las estrechas aceras empedradas.
Para los propietarios de tiendas y restauradores, esos momentos son oro. En las terrazas no quedaban plazas libres desde las 11:30, las tiendas de souvenirs tenían de repente largas colas en caja. El dueño de una pequeña librería en la Calle de Sant Miquel dijo riendo: «La lluvia es nuestra fiesta secreta.»
Los residentes entre la paciencia y la molestia
La otra cara es distinta. Los habitantes del casco antiguo cuentan círculos de coches buscando aparcamiento, contenedores de basura que se llenan más rápido y la imposibilidad de llegar rápidamente a la panadería. «Casi no se puede salir de casa», dijo una mujer de una calle lateral estrecha, secándose el sudor de la frente, aunque antes estaba nublado. El equilibrio entre la satisfacción de los visitantes y la vida vecinal se pone de nuevo a prueba en estos días.
Lo que observamos aquí no es un desarrollo nuevo, sino más bien una especie de rutina estacional: en cuanto el tiempo en la costa se pone gris, una parte del turismo se traslada a Palma. Algunos lo llaman en broma la «migración de nubes». Para algunos visitantes es una pequeña aventura, para otros un tráfico desesperante.
Práctico y personal
Un consejo: quien pasee por el casco antiguo al mediodía, es mejor que tome las calles laterales más pequeñas y no los bulevares concurridos. Quien esté sentado, que pida mejor dos cafés de una vez: el personal está habituado en esos días, pero los tiempos de espera pueden ser mayores.
Al final del día permanece una imagen conocida: el centro histórico de Palma está vivo, a veces demasiado vivo. Los comerciantes cuentan las ventas, los residentes respiran hondo y los visitantes luego cuentan la «ciudad auténtica» que vivieron bajo la lluvia. Conocemos el juego y lo vemos cada vez con una ligera sonrisa y un suspiro.
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