Niños y familias en el Parc de Sa Riera disfrutando del mini-tren y los talleres del Día del Niño

Día del Niño en Sa Riera: mini-tren, manualidades y sorprendentes torres humanas

👁 3012✍️ Autor: Adriàn Montalbán🎨 Caricatura: Esteban Nic

En el Parc de Sa Riera, chaquetas coloridas, mesas de manualidades y un alegre mini-tren llenaron una fresca mañana: la iniciativa de Palma por el Día Mundial del Niño fue una celebración familiar tranquila y animada, con una sorpresa por la tarde: castellers.

Mañana en Sa Riera: un parque que huele a risas infantiles

Poco antes de las diez el Parc de Sa Riera olía a hojas húmedas y a café intenso: así empieza un sábado cuando Palma invita a las familias al césped. Mantas extendidas, niños con chaquetas coloridas corriendo entre mesas de manualidades y actividades deportivas, y la baja luz de noviembre que aún parpadeaba entre las ramas. Nada de prisas, más bien ese desorden amable que solo se vive en jornadas como esta: una torre se desmorona, comienza un juego nuevo.

El Ayuntamiento había convocado una jornada abierta por el Día Mundial del Niño, y el programa estaba pensado para la vida familiar: talleres donde se hicieron máscaras de cartón y barquitos de papel; juegos de madera que parecían irresistibles; y pequeñas propuestas deportivas en las que se escuchaba más risa que competitividad. Los más pequeños convencían a los monitores con frecuencia, al revés de lo esperado: un momento muy mallorquín en el que los niños toman las riendas.

Quienes iban con carrito no tuvieron que cargar de más: cada 30 minutos el mini-tren daba una vuelta por el parque. Su silbido alegre y fuerte atraía a los niños como un imán; los conductores vigilaban con cuidado los cinturones de seguridad y saludaban con la mano. Para muchos padres eso valía más que cualquier espresso al borde del parque —y de ambos hubo de sobra: el aroma a café se mezcló con el pegamento de las manualidades y el césped recién cortado.

Destacó especialmente la variedad de ofertas para los progenitores: un circuito de tráfico donde los niños practicaban normas viales jugando, puestos informativos de asociaciones locales y folletos con propuestas para días de lluvia. Me llevé un tríptico —un pequeño salvavidas para las próximas horas grises en casa.

Y la sorpresa llegó por la tarde: a partir de las 14:00 estaba previsto el espectáculo de los castellers. Las torres humanas no son algo habitual en Palma; muchas familias se quedaron hasta la tarde para ver las figuras acrobáticas. Hubo emoción, trabajo en equipo, un «olé» colectivo —y la sensación de que tradiciones así también tienen su sitio junto a las habituales estaciones de juego.

La atmósfera fue multilingüe: español, catalán, un poco de alemán —voces que recorrían el parque como un pequeño coro isleño. Entre papeles de manualidades y material deportivo se encontraban vecinos y conocidos por casualidad, se intercambiaban consejos y se quedaba en verse para la próxima visita al parque. Así nacen esos pequeños rituales cotidianos y sin alharacas en Mallorca.

El tiempo acompañó: un día claro y fresco, manchas de sol en los bancos, una ligera brisa que movía las telas. Días así demuestran lo poco que hace falta para que una tarde con niños funcione: algo de organización, voluntarios amables —y un mini-tren que cada media hora regala un pedazo de magia.

Información breve

Lugar: Parc de Sa Riera, Palma

Fecha: Evento con motivo del Día Mundial del Niño (20 de noviembre), las actividades se desarrollaron hasta aproximadamente las 14:30, castellers desde las 14:00

Destacados: Talleres de manualidades (máscaras de cartón, barquitos de papel), juegos de madera, actividades deportivas, circuito de tráfico, mini-tren cada 30 minutos, castellers por la tarde

Quienes vienen con niños conocen la felicidad silenciosa de estas tardes: son ruidosas, algo caóticas —y al final justo lo que se necesitaba. Para visitantes y residentes por igual estas acciones son pequeños rituales de la isla: un domingo en miniatura donde de repente todo cabe. Si la próxima vez que estés en Palma pasas por el Parc de Sa Riera, vale la pena asomarse. Los sonidos, los colores y ese breve desorden se quedan en la memoria más tiempo del que uno piensa.

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