Neues Messegelände in Son Ferriol: Zwischen Rekordtempo und offenen Fragen

¿Feria en 17 meses? Son Ferriol entre la euforia y las dudas

👁 2374✍️ Autor: Lucía Ferrer🎨 Caricatura: Esteban Nic

El plan de Palma: un proyecto de 33 millones, 10.000 m² de exposición y una agenda de construcción prefabricada que debería abrir en 2029. Pregunta clave: ¿es realista el calendario — y quién pagará al final?

¿Feria en 17 meses? Son Ferriol entre la euforia y las dudas

Pregunta clave: ¿Puede un nuevo recinto ferial en Palma construirse realmente en tiempo récord —sin concesiones en costes, tráfico y vecindario?

En la rotonda de Son Ferriol, donde la línea de autobús 3 recorre la calle y la panadería vecina llena el aire por la mañana con olor a pan, el alcalde de Palma, Jaime Martínez, y el arquitecto Cristian Vivas presentaron recientemente el diseño ganador para un nuevo recinto ferial. Los datos básicos suenan como sacados del manual de la eficiencia: 33 millones de euros, un pabellón central de 10.000 metros cuadrados, divisible en cinco naves de 2.000 m², un edificio anular exterior con todas las zonas de servicio y —como gran promesa— un plazo de construcción de solo 17 meses gracias a la construcción industrial prefabricada. Fecha de apertura prevista: 2029.

Las cifras son concretas. También se esboza el marco financiero: Palma asumiría un tercio de los costes y la Generalitat y el consell insular aportarían el resto; para el próximo año ya están previstos diez millones de euros en el presupuesto municipal. Los planes de procedimiento contemplan cinco a seis meses para el proyecto y la planificación de ejecución, y luego otros cinco a seis meses para la licitación.

Suena rápido. ¿Demasiado rápido? Esa es precisamente la cuestión central que se plantean, sobre todo, los vecinos de Son Ferriol y las empresas artesanas de la isla. Un plazo de 17 meses para un proyecto de este tamaño despierta expectativas —y también recelos. En pocas palabras: lo que en el papel parece posible debe medirse en la realidad con factores que a menudo se pasan por alto.

Análisis crítico: dónde el plan mete presión. Primero: tiempo frente a calidad. Los elementos prefabricados pueden reducir drásticamente los tiempos de montaje, eso es cierto. Pero no cambian fases como los sondeos de suelo, los trabajos de cimentación, las conexiones a las redes y los procedimientos de permisos, que a menudo consumen mucho tiempo. Segundo: procedimientos de contratación. El plazo previsto de cinco a seis meses para la licitación parece ajustado, especialmente si se tienen en cuenta las normas de contratación a nivel de la UE, las preguntas de los licitadores y posibles revisiones. Tercero: carga sobre la infraestructura. Una nueva feria genera tráfico: desplazamientos de público, cadenas de suministro, logística de eventos. La conexión ferroviaria prevista hacia Llucmajor se cita como argumento, pero es un gran proyecto independiente con su propio calendario. ¿Quién se hace cargo de la planificación del tráfico, quién paga las medidas de compensación, dónde aparcarán los visitantes adicionales?

Lo que hasta ahora ha quedado corto en el debate público. Falta una declaración clara sobre estudios ambientales y emisiones de ruido o luz, sobre conceptos de aparcamiento y sobre compromisos financieros concretos. Tampoco se han hecho públicos estudios de impacto sobre las zonas residenciales colindantes ni compromisos vinculantes sobre cuotas de empleo local. Y: ¿qué tan robusto es el modelo de costes? Un presupuesto estimado en 33 millones puede crecer rápidamente en proyectos de infraestructura complejos si surgen trabajos imprevistos o se atascan las cadenas de suministro.

Una escena cotidiana típica de Son Ferriol ilustra la tensión: un jubilado en la plaza que lleva décadas viviendo aquí se alegra por los nuevos empleos; la madre joven del supermercado teme más paso de camiones frente a su puerta; la pequeña carpintería de la esquina calcula febrilmente si podrá presentar oferta con plazos tan ajustados. Estas voces muestran que proyectos de este tamaño cambian la vida diaria y el vecindario —y eso no debería quedar solo en los papeles del pleno municipal.

Propuestas concretas que la ciudad necesita ahora. Primero: una evaluación pública de viabilidad con una valoración externa de tiempos y costes, antes de firmar contratos. Segundo: un acuerdo de financiación vinculante entre el ayuntamiento, la comunidad autónoma y el consell insular que regule claramente quién asume los sobrecostes. Tercero: un plan de tráfico y de aparcamiento con plan de contingencia para picos de demanda; la conexión ferroviaria prevista debe desvincularse temporalmente y evaluarse por separado. Cuarto: estudios de impacto ambiental y acústico y medidas para la integración paisajística; el proyecto puede pretender integrarse en el entorno, pero en la práctica eso exige un trabajo minucioso. Quinto: diseñar las reglas de contratación para que las pymes locales no sean aplastadas por grandes conglomerados, por ejemplo mediante la división en lotes o requisitos de cualificación para empresas de oficios.

Y un paso pragmático más: construcción por fases en lugar de todo a la vez. Si las superficies expositivas centrales se ponen en uso primero y los edificios anexos se ejecutan después, se pueden generar ingresos antes y repartir los riesgos. Eso reduce la presión sobre los plazos y deja tiempo para una auténtica participación vecinal.

Conclusión: el proyecto tiene potencial y las superficies previstas podrían dotar a Palma de mayor flexibilidad para ferias y congresos. Pero la promesa de 17 meses de obra no es un hecho asegurado; requiere evaluaciones transparentes, contratos robustos y un plan B para la infraestructura y las finanzas. Son Ferriol merece que no solo se convenza con gráficos atractivos, sino también con respuestas claras a las preguntas que inquietan a vecinos y empresarios locales. Solo así un proyecto ambicioso se convertirá en una iniciativa creíble y sostenible —y no en una obra que al final tarde más de lo que resuena el autobús frente a la panadería por la mañana.

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