En Es Puntiró los vecinos se quejan de repetidos excesos de fiesta en una villa de lujo: autorizada para ocho huéspedes, allí suelen celebrarse reuniones de 20–30 personas — según los residentes también desnudos y ruidosos. Los vecinos han remitido quejas al ayuntamiento, al consejo insular y al gobierno balear y exigen controles contundentes.
Fiestas, desnudez, villas masificadas: vecinos en Es Puntiró exigen intervención
En una barriada acomodada cerca del campo de golf de Es Puntiró, los vecinos no ponen el despertador para ir al trabajo, sino porque de nuevo la música de graves retumba por las calles. No se trata solo de grupos turísticos normales que molestan: varios hogares informan de celebraciones frecuentes en una villa de lujo que oficialmente está autorizada para ocho huéspedes, pero que en la práctica, según la vecindad, acoge repetidamente a 20 o 30 personas. Según declaraciones del vecindario, hay consumo excesivo de alcohol, disputas ruidosas y en ocasiones aparición de invitados semidesnudos — escenas que la gente de la zona ya no está dispuesta a tolerar a largo plazo.
Pregunta central
¿Quién garantiza que una licencia de inmueble no se convierta en un pase libre para ruido constante y eventos ilegales?
Análisis crítico
La situación en Es Puntiró revela varias debilidades del sistema: por un lado, parece existir una discrepancia entre la autorización formal de un alojamiento y su uso real. Si un inmueble está registrado como casa vacacional para ocho personas pero funciona como lugar de eventos para aglomeraciones mucho mayores, para los vecinos supone una carga que va más allá de la mera molestia sonora: caos de aparcamiento en las estrechas entradas, basura en la calle y riesgos potenciales de seguridad con asistentes ebrios. Por otro lado, el caso pone de manifiesto posibles fallos en la supervisión por parte de las autoridades municipales y en la aplicación de las condiciones. Se han enviado quejas al ayuntamiento de Palma, al consejo insular y al gobierno balear; el hecho de que los vecinos recurran a varias instancias indica frustración por tiempos de respuesta largos o por competencias poco claras.
Lo que falta en el debate público
En los debates habituales se habla a menudo de «turismo» o de «segundas residencias», pero rara vez de las zonas grises: el alquiler turístico comercial como lugar de eventos, la elusión de las limitaciones de capacidad y el papel de las plataformas de intermediación. Tampoco hay claridad sobre la frecuencia de los controles, las sanciones aplicadas y si los reincidentes afrontan medidas inmediatas. Del mismo modo, la perspectiva de los propios vecinos rara vez se aborda en detalle: ¿en qué medida padecen las personas mayores de la calle? ¿Qué efectos tienen las escenas nocturnas en los trabajadores por turnos, en los niños que deben ir al colegio o en las mascotas?
Escena cotidiana en Mallorca
Una mañana típica en el entorno: hacia las siete y media los camiones de recogida de basura se internan en las tranquilas calles secundarias, una mujer mayor con su bolsa de la compra se detiene porque las aceras están llenas de botellas de vidrio; desde la distancia todavía se oye el eco de una línea de bajo, en una entrada hay un Audi con matrícula alemana y dos perros ladran agitados. Un vecino niega con la cabeza, dobla su periódico y dice en dirección a la propiedad: 'Esto ya no puede seguir así.' Las pequeñas panaderías cercanas ya han empezado a ofrecer bolsas con café algo antes para calmar los nervios de los residentes — una imagen que muestra: la molestia no es un caso aislado, se ha filtrado en la vida cotidiana.
Propuestas concretas
Algunas medidas prácticas podrían aliviar la situación: (1) controles rápidos con prioridades definidas: mediciones de ruido los fines de semana y comprobaciones aleatorias del uso in situ; (2) vías de denuncia de baja barrera para los vecinos, incluida la confirmación de recepción y plazos transparentes de respuesta; (3) requisitos más estrictos para inmuebles anunciados en plataformas como lugares de eventos — por ejemplo, obligación de registrarse como sala de eventos y fianzas más elevadas; (4) sanciones escalonadas por incumplimientos hasta el cierre temporal en caso de reiteración; (5) uso de mediadores locales que actúen como enlace entre residentes, propietarios y administración; (6) cooperación con las plataformas de intermediación para que los anuncios sean verificables y se retiren más rápido en caso de repetición.
Límites legales y prácticos
Por supuesto, las autoridades afrontan obstáculos prácticos: falta de personal, requisitos legales de protección de datos y la necesidad de reunir pruebas adecuadas de infracciones continuadas. Pero eso no puede servir de excusa. Si los vecinos ya documentan de forma exhaustiva que una autorización se está usando de manera sistemática y abusiva, las instancias deben reaccionar con mayor rapidez y aplicar sanciones claras.
Conclusión
Las quejas desde Es Puntiró son más que la típica queja vecinal contra turistas ruidosos. Ponen al descubierto una laguna estructural: ¿cómo gestionan las administraciones los inmuebles que están oficialmente autorizados para pocos huéspedes pero que en la práctica funcionan como lugares de fiesta? A corto plazo se necesita una actuación más contundente, mejores vías de denuncia y controles transparentes. A largo plazo, sin embargo, debe reajustarse la interacción entre la normativa de permisos, el alquiler a corto plazo y la economía de plataformas para que los residentes de barrios tranquilos no sigan pagando la factura por celebraciones irregulares.
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