El municipio de Calvià quiere abrir a partir de 2026 la Finca Torrenova de 18.000 m², situada entre Palmanova y Magaluf, como parque público. Edificios restaurados, ofertas culturales y zonas verdes autóctonas pretenden dinamizar el barrio, financiadas entre otras cosas con un millón de euros procedentes del impuesto turístico.
Un trozo de verde entre Palmanova y Magaluf – pronto público
Si una mañana de noviembre sin viento se pasea por el Camí de Torrenova, se mezclan el aroma de las agujas de pino, la tierra recién removida y una ligera nota salina procedente del mar. En unos 18.000 metros cuadrados se encuentra la Finca Torrenova, un pedazo de historia de la isla que Calvià quiere ahora abrir al público. A partir de 2026, según el plan municipal, deberá convertirse en un parque accesible: no solo naturaleza, sino un lugar para la cultura, el encuentro y la vida cotidiana.
Casas antiguas, nuevas funciones
En el recinto hay varios edificios históricos, dos de ellos obra del arquitecto Josep Ferragut, ya catalogados como bienes culturales. Las fachadas están desgastadas, pero se mantienen presentes, como viejos vecinos a los que no se quiere desplazar. El municipio apuesta por una restauración con sentido práctico: exposiciones, pequeños conciertos, talleres, quizá una cafetería con vistas a las pinedas. No se trata de un museo hermético, sino de un lugar que respire y atraiga a quienes viven aquí y a visitantes que quieran quedarse.
Financiación: Una parte de la rehabilitación se pagará con un millón de euros procedentes del impuesto turístico. Parece mucho, pero se diluye rápidamente en costes para empresas especializadas, conservación del patrimonio, paisajistas y accesibilidad. La administración lo presenta como una inversión en calidad de vida y atractivo —un argumento que, en un lugar costero con flujo constante de visitantes, se entiende con facilidad.
Cómo se siente el vecindario
Las voces en el lugar son mixtas, como suele ocurrir: Marta, que vive junto al muro antiguo, se alegra por los tranquilos paseos dominicales y por la sombra que los pinos volverán a ofrecer tras años. El propietario del pequeño quiosco en la esquina Camí–Carrer de la Marina espera más clientela y quizá un espresso más rápido por las tardes. Otros se muestran escépticos: ¿será suficiente un millón y los planes de mantenimiento? ¿Quién cuidará del terreno a largo plazo? ¿Y si los eventos alteran la tranquilidad?
Ese tipo de preocupaciones son normales. En las calles de Palmanova se oye por la noche la brisa costera a lo lejos y por la mañana las canciones del servicio de recogida de basura: un nuevo parque cambiará el ritmo, eso es indiscutible. Será importante encontrar el equilibrio entre un uso animado y el respeto por el vecindario.
Apertura gradual y detalles prácticos
Se prevé una apertura escalonada desde 2026: primero se asegurarán los accesos y los caminos, se estabilizarán los edificios y se eliminarán barreras para personas con movilidad reducida. A continuación se diseñarán las zonas verdes con especies autóctonas, se colocarán bancos bajo los pinos y pequeños espacios para actividades culturales. Está previsto que las áreas se vayan abriendo por fases —una transición suave que permita pruebas, retroalimentación y ajustes.
Práctico: los paseantes y propietarios de perros tendrán senderos señalizados, los eventos culturales se planificarán de forma estacional y limitada para no sorprender a los vecinos con ruido. Pop-ups y ofertas temporales podrían servir primero para probar la acogida del lugar.
Por qué importa el proyecto
La Finca Torrenova es más que una zona verde. Es recuerdo, un conjunto de edificios históricos y una oportunidad para que las tasas turísticas reviertan directamente en la comunidad. En un tramo costero muy utilizado como el que hay entre Palmanova y Magaluf, un parque abierto ofrece un pequeño espacio de respiro: sombra en los calurosos días de julio, un lugar para proyectos escolares, conciertos amateurs o para vecinos que vuelvan a charlar.
Permanecen las dudas: costes de mantenimiento, gestión de eventos, seguridad. Buenas soluciones podrían encontrarse en un concepto de cuidado solidario, en colaboraciones con asociaciones culturales y en normas claras para las actividades. Una cafetería con encanto local, talleres para jóvenes artistas y ofertas educativas para colegios son oportunidades reales que podrían surgir aquí.
En los próximos meses pasaré más a menudo por allí, con un ojo en las vallas de obra y otro en la gente que pronto se sentará bajo los pinos. Y quizá ya en 2026 haya un primer café pop-up —con vistas a un parque que irá tomando poco a poco su nuevo papel.
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