Llegó como modelo, se quedó como fotógrafa: Gabriele «Gabo» Oestreich cuenta sobre fincas, caballos, la luz especial de la isla y un momento involuntariamente picante con Kevin Costner.
Cómo de una principiante de pasarela se convirtió en una artista de retratos
Conocí a Gabo una mañana ventosa en la carretera rural MA-19, entre almendros y un café que a las 9 de la mañana aún no tiene prisa. Ella sonríe mucho, habla directamente y tiene ese tono tranquilo, ligeramente pícaro, que se encuentra en las personas que ya han visto mucho. Antes ella misma posaba frente a la cámara. Hoy busca la cara detrás de la mirada.
La isla como lugar de trabajo y refugio
«Mallorca nunca fue solo unas vacaciones para mí», dice ella. Al principio llegó como modelo, y luego cada vez más con una cámara. Desde 1999 vive de forma permanente en una finca en el sureste, a la que llama cariñosamente Rancho Felice. Allí viven sus dos perros y durante mucho tiempo tuvo un caballo con el que cabalgaba a diario. Detalles: al mediodía a veces siesta, en invierno enciende una estufa de leña, y el camino a la iglesia tarda cinco minutos a pie.
Luz, técnica y la mezcla de analógico y digital
Gabo se entusiasma con la luz mediterránea: «Es limpia, pero no está desprovista de alma». Sin embargo, valora el trabajo en estudio y los flujos de trabajo digitales, especialmente cuando las citas son ajustadas. El analógico sigue siendo su corazón: grano, tacto, la pequeña imprevisibilidad de una película. Ve la IA con escepticismo: generar automáticamente sin respeto por los derechos de autor va en contra de lo que defiende. «Optimizar sí, reemplazar no», lo resume.
Anécdota en el set: Kevin Costner y el fardo de paja
A veces no sale todo según lo planeado. En una sesión breve, había un fardo de paja como decorado. Su mánager encontró la idea… subóptima. Costner, por su parte, respondió con humor seco: En lugar de drama hubo una frase que hizo sonrojar a Gabo y que terminó con una risa del equipo. Momentos así — improvisados, humanos, auténticos — le gustan especialmente.
Ética, rechazo y la propia conciencia
Gabo también ha rechazado trabajos: pieles, relaciones públicas dudosas o proyectos que no coincidían con sus valores. El dinero puede ser tentador, dice, pero al final hay que poder mirarse en el espejo. Eso suena a una regla simple, y a una que ella persigue estrictamente.
Enseñanza, exposiciones y vida en la isla
Ella transmite su conocimiento, fue profesora invitada y se alegra del nuevo interés en cámaras analógicas. Quien quiera ver obras actualmente: en una galería de la parte continental cuelgan numerosos retratos, hasta mediados de octubre, entre ellos iconos y rostros privados. En Palma se la suele encontrar en el mercado semanal o tomando un espresso frente a un pequeño laboratorio fotográfico.
En resumen: Gabo combina empatía con oficio. Sus imágenes deben acertar, no solo agradar. ¿Y Mallorca? Para ella, la isla es un ritmo de vida, un lugar de trabajo y un hogar, con muros de piedra, buena luz y espacio para un caballo, perros y, a veces, historias sorprendentes en el set.
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