Visita breve, sin alboroto: la infanta Cristina de España aterrizó silenciosamente en Palma, pasó unas horas privadas en la isla y se marchó. Si pernoctó en el Palacio de Marivent sigue sin confirmarse.
Una breve escapada por debajo del radar
El viernes por la mañana, cuando en Palma aún soplaba una brisa fresca y el cielo estaba cubierto, aterrizó un vuelo procedente de Ginebra vía Barcelona – a bordo: la infanta Cristina. Sin gran escolta, sin revuelo. Según testigos, bajó en la puerta de embarque, fue recibida por amigas y amigos y subió a un coche pequeño. No estaba junto a la valla del aeropuerto, lo prometo, pero varios vecinos del Passeig comentaron el asunto más tarde en el café.
La que fuera duquesa de Palma mostró una actitud reservada. Este tipo de visitas no son nuevas, pero normalmente se mantienen en secreto. Esta vez, sin embargo, el calendario fue ajustado: llegada el viernes por la mañana, despedida el domingo por la tarde. En el área VIP de Son Sant Joan me dijeron que la despidieron con discreción: nadie quiso llamar la atención.
¿Pernoctó en el Palacio de Marivent? Nadie lo confirma
No se sabe si se alojó en el Palacio de Marivent. El jardín, las terrazas y los largos veranos de la familia real en Mallorca forman parte de la historia de la isla. Pero aquí se respetan los derechos y la privacidad. Varias fuentes subrayaron que se comportó de forma discreta y no hizo declaraciones públicas. Tampoco se ha pronunciado sobre el libro recientemente publicado sobre Juan Carlos I: quien la conoce dice que prefiere no comentar.
Suena casi banal: una visita familiar breve, como las que muchos conocen. Solo que aquí se trata de una persona de la vida pública. Su relación con la isla cambió tras el escándalo Nóos; Mallorca fue antaño escenario más frecuente de apariciones familiares y desde entonces todo ha sido más silencioso.
Salida el domingo por la tarde
El domingo por la tarde Cristina tomó el vuelo de regreso a Ginebra. De nuevo, sin una armada de paparazzi. Un conocido la ayudó a subir en el área VIP; pequeños vehículos —un Mini, dicen— la llevaron hasta la puerta del terminal. La salida transcurrió tan discreta como la llegada.
¿Qué queda? Una visita corta, tema de conversación en los cafés de la calle y el recordatorio de que algunas historias prefieren seguir siendo privadas. Pregunté a varias personas: unos suspiraron, otros simplemente sintieron curiosidad. Días así forman parte de la vida cotidiana en la isla, aunque a veces lleven un aire de asuntos reales.
Nota: Por respeto a la privacidad, he decidido no publicar los nombres de las personas que la acompañaron ni confirmar ninguna residencia privada.
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