Una cálida noche de septiembre, aire marino y moda: en el Lobster Club, Yvonne Struzek presentó su colección otoño-invierno, de forma encantadora y con momentos de sabor sorprendentes.
Moda junto al agua: una noche que supo a más
Cuando llegué alrededor de las 20:30 al Lobster Club, soplaba una brisa fresca desde el puerto. Las luces de cadena zumbaban sobre la piscina, en algún lugar sonaba un DJ con motivos suaves de Debussy, luego un tempo inesperado de George Michael. La mezcla encajó sorprendentemente bien: exactamente el tono para un desfile de moda que quería fusionar estilo y aire veraniego.
De la pasarela al panel con vista al mar
La anfitriona Yvonne Struzek convirtió el Beachclub en una pasarela íntima. Hombres y mujeres desfilaban con siluetas de corte limpio; la paleta iba desde tonos chocolate y crema hasta gris frío. Mucha elegancia contenida, a veces un abrigo sobre un bikini, a veces un corte masculino en tono pastel—nada estridente, todo muy usable.
Carolina, una modelo de Colombia, lucía un vestido que resultaba claramente femenino. A su lado posaban tipos atemporales con grandes bolsos de cuero y actitud desenfadada. Esther Schweins conducía el evento con encanto; entre las pasadas soltó pequeñas anécdotas, como si recibiera a los invitados en su salón.
Comida, bebida, pequeños descubrimientos
El menú fue más que finger food: el chef estelar Sascha Lenz sirvió mini cócteles de camarones con Marie-Rose, croquetas, calamares fritos y vieiras en una salsa verde, en la que la pizca final de sal parecía un pequeño efecto pirotécnico. El caviar y el salmón aparecían de vez en cuando; pequeños momentos de lujo en el plato.
Más tarde se sirvieron cócteles junto a la piscina. La media luna yacía baja sobre la bahía; la silueta de Illa d’en Sales aparecía como una mancha oscura en el agua. Fue una de esas noches en las que uno se pregunta por qué no se escucha, mira y come con más frecuencia.
Un toque de mundo, con aliento local
Yvonne y su pareja hablaron de marcas de Australia, Francia, Escandinavia; una pequeña selección internacional que habían ido recopilando durante giras por la isla. El resultado sigue pareciendo familiar: el verano mallorquín se encuentra con una reserva internacional. Los invitados parecían sentirse a gusto; risas, toques de copas y el ocasional “Wow” durante la pasarela final dieron vida a la velada.
Sin un gran destello de flashes, sin embriagarse de champán rígido. Más bien una elegancia relajada en un lugar que sabe exactamente cómo unir vistas al mar, moda y buena comida. Esos momentos quedan grabados, al menos hasta la próxima temporada.
Noticias similares

Joyas para el otoño 2025: Lo que ahora llama la atención en Mallorca
Desde el puesto del mercado en Palma hasta el café en la costa: Estos cinco tendencias de joyas para el otoño 2025 aport...

Frito Mallorquín es, según una encuesta, el plato más típico de las Baleares
Una nueva encuesta muestra: muchos españoles asocian Mallorca principalmente con el contundente Frito Mallorquín, y no c...

Heidi Klum es la nueva cara de AIGNER: bolsos, trenchs y mucha personalidad
Supermodelo, presentadora y empresaria: y ahora la protagonista de la nueva campaña de AIGNER. He analizado qué hace esp...

De Mercadona a la bolsa favorita: la bolsa verde como declaración DIY
De la áspera bolsa de la compra, con un trozo de tela, unos movimientos y un poco de imaginación, nace rápidamente una b...