Mercado y barrio de Santa Catalina en Palma de Mallorca con viviendas y puestos de fruta

Comprar y alquilar en Mallorca: por qué los precios empujan a los residentes al límite — y qué podría ayudar ahora

👁 8123✍️ Autor: Lucía Ferrer🎨 Caricatura: Esteban Nic

Los precios de compra y alquiler siguen subiendo — especialmente se demandan las viviendas pequeñas. Por qué esto se convierte en una prueba de resistencia para los habitantes de la isla y qué medidas podrían ayudar ahora.

¿Cuánta isla queda para quienes trabajan aquí?

En el mercado de Santa Catalina, entre puestos de naranjas y el constante murmullo de voces, se oye a menudo la misma frase: «No tenemos ninguna oportunidad». El repicar de campanas, el ruido de las motos y el golpe de las cajas de fruta forman la banda sonora. Las cifras del colegio de agentes API ponen nombre a esa sensación: los precios de compra aumentaron interanualmente un 10,5 por ciento. De media, ahora se paga alrededor de 3.797 euros por metro cuadrado, y en Palma incluso unos 4.907 euros/m². La pregunta principal está clara: ¿cómo pueden seguir viviendo en Mallorca profesoras, conductores de autobús y dependientes si la vivienda se vuelve inasequible?

Entre respiro y alarma

Tampoco hay calma en el mercado de alquileres para celebrar. De media, los alquileres en las Baleares se sitúan en torno a 20,20 euros por metro cuadrado al mes. Los responsables de los estudios hablan de una posible pausa breve, porque se ha alcanzado el umbral de dolor de muchas familias. Pero eso, en el mejor de los casos, es un fuego de artificio. Para los interesados en comprar se desplaza la ventana temporal: quien quiera quedarse hoy necesita paciencia, ahorros mayores o simplemente suerte.

El comportamiento de compra cambia de forma visible. El mercado prefiere viviendas compactas: casi la mitad de las ventas corresponden a inmuebles de menos de 80 metros cuadrados. Las casas adosadas y unifamiliares, el éxito de la pandemia, vuelven a escasear. Al pasear por barrios como El Terreno o es Jonquet se ven más andamios y el ruido de reformas en edificios antiguos que la construcción de nuevas villas. No es casualidad, sino el resultado de un mercado que busca rentabilidad y ventas rápidas.

Más permisos, pero largas cadenas de construcción

Un rayo de esperanza: se autorizan más viviendas de las que se inician y se inician más de las que se finalizan. Al principio suena positivo: más oferta podría aliviar la presión sobre los precios. Pero entre el plan y la entrega de llaves hay meses, a menudo años. La escasez de materiales, la falta de mano de obra, el aumento de los tipos de interés y las trabas burocráticas pueden frenar las obras. Si las autorizaciones no se ejecutan con rapidez, su efecto se diluye.

Y aún queda una pregunta que rara vez se formula en voz alta: ¿para quién se construyen esas viviendas autorizadas? Los promotores responden a la demanda con unidades pequeñas y rentables, exactamente las que buscan solteros o inversores de capital. El espacio habitacional apto para familias suele escasear. Eso desplaza la estructura social de barrios enteros.

Lo que la política suele pasar por alto

El debate público gira en torno a cifras y ayudas inmediatas. Se presta menos atención a cómo las normas locales y los impuestos moldean la oferta. Tasas por viviendas vacías, controles más estrictos sobre los alquileres turísticos o incentivos fiscales para alquileres de larga duración podrían mover a los propietarios a arrendar a residentes. Igualmente importante es agilizar los trámites para reclasificar viviendas turísticas como residenciales de larga estancia: una palanca que muchas veces se queda en el papel.

Otro punto descuidado es la cualificación de la mano de obra y la logística. Si faltan profesionales cualificados, se retrasan reformas y entregas. Una ofensiva formativa dirigida a oficios de construcción y acabado en la isla sería una contribución eficaz a varios años vista.

Propuestas concretas de actuación — breves, concretas y viables

- Financiación dirigida: vivienda social para profesiones esenciales (docentes, personal de salud, policías) con criterios claros de adjudicación.
- Incentivos fiscales: reducción del impuesto sobre bienes inmuebles para propietarios que alquilen a largo plazo a residentes.
- Regular más los alquileres de corta duración: sanciones más severas, pero también incentivos para convertirlos en alquileres de larga duración.
- Tasa sobre viviendas vacías: ya como señal contra el acaparamiento especulativo.
- Reducción de la burocracia: permisos prioritarios para proyectos con viviendas asequibles y diseños adecuados para familias.
- Ofensiva formativa: programas de apoyo a oficios de la construcción y la reforma para reducir retrasos en obra.
- Subvenciones al alquiler en lugar de pensiones planas: más focalizadas para aliviar efectivamente a los hogares.

Ninguna medida por sí sola será una panacea. Pero combinadas, estas medidas podrían cerrar poco a poco la brecha entre los precios de mercado y los ingresos cotidianos en Mallorca.

Un rostro detrás de las cifras

Al teléfono, una profesora de Palma me contó su búsqueda de vivienda: «Si los precios siguen así, seremos los mayores que ya no podremos vivir aquí». Su voz era baja pero firme. Voces como esa se escuchan por todas partes: en la parada del autobús, en el supermercado, en el puesto de comida del Paseo Marítimo. Las cifras reflejan la realidad. La gente la vive.

La isla aún puede reinventarse —o ver cómo su vecindario se deshilacha. Ese es el desafío que debemos afrontar ahora; no solo con debates, sino con medidas concretas y ajustadas al ámbito local. Si no, las historias del mercado pronto serán solo postales para visitantes.

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