Cada vez llegan más barcos a las Baleares. En Palma, las personas se amontonan buscando respuestas: autoridades, voluntarios y vecinos están bajo presión.
Los puertos se convierten en punto de encuentro – y nadie tiene un plan definitivo
Al caminar estos días por la terminal de ferris en Palma, se nota de inmediato que algo ha cambiado. A eso de las 7 de la mañana, grupos de jóvenes se sientan en los bancos del Passeig Marítim, con mochilas, chaquetas mojadas y ojos cansados. Voluntarios traen agua, la Cruz Roja reparte mantas. Al mismo tiempo, funcionarios discuten por teléfono. Es una imagen que muchos de nosotros aquí en la isla ya vemos con frecuencia.
Números que acompañan
Según el Ministerio del Interior, este año han llegado cientos de barcos a las costas de las Baleares; se contaron numerosos desembarcos y personas contabilizadas posteriormente. Eso ha provocado un aumento notable de las entradas no registradas. Muchos de los que llegan reciben atención temporal, reciben una orden de salida, y luego siguen viaje en ferry hacia la península. ¿Cuántos realmente se quedan en Mallorca? A menudo no queda claro.
Dónde está el fallo
Falta de personal, dicen las autoridades locales. La identificación y el registro no siempre pueden realizarse sin lagunas en algunos días. No porque a las personas no se les quiera ayudar, sino porque simplemente las capacidades son escasas: muy pocos funcionarios, espacios limitados, obstáculos legales previsibles. Frontex ha considerado la ruta de las Baleares cada vez más relevante — para la isla en sí es perceptible en la vida cotidiana.
Al mismo tiempo, estalla la confrontación política. A nivel regional, voces conservadoras se quejan de que Madrid ha sido demasiado condescendiente. Otros advierten de no tratar el tema solo como una cuestión de seguridad: también es un problema humanitario: las personas llegan a veces tras travesías difíciles.
What podría ocurrir ahora
El gobierno central está estableciendo alojamientos provisionales en el puerto, las autoridades evalúan controles más estrictos y la posibilidad de solicitar ayuda europea. En Palma, los voluntarios hablan de un acto de equilibrio: atender de forma urgente, actuar de manera legal y, al mismo tiempo, buscar soluciones a largo plazo.
Algunos vecinos de la Avinguda Gabriel Roca están preocupados, otros muestran comprensión. Al final del día queda la sensación de que la isla ya no es solo una escala, sino parte de un movimiento que ha cambiado. Y mientras discutimos, los barcos siguen llegando. Quién lleva la respuesta — servicios locales, Madrid o Bruselas — sigue siendo una cuestión abierta. Lo único seguro es que este tema nos acompañará por un tiempo.
Nota: Los números y declaraciones se basan en informes oficiales y declaraciones de autoridades locales. En el lugar trabajan voluntarios e instituciones bajo condiciones a veces difíciles.
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