Plato del menú de otoño en El Llorenç servido junto a la ventana con vista al mar

Cuando el otoño llega al plato: el nuevo menú en El Llorenç

👁 3120✍️ Autor: Lucía Ferrer🎨 Caricatura: Esteban Nic

Otoño en Mallorca — servido en el boutique hotel El Llorenç: un menú que reconfigura los sabores locales, con maridaje de vinos y un toque de ligereza.

Una noche con sabor a otoño

Es una de esas noches de noviembre en el casco antiguo de Palma: el aire húmedo, la piedra de las callejuelas aún caliente por el día tardío, en alguna parte suena una campana de iglesia, y de los cafés sube el aroma del café recién hecho. Me siento en las bajas sillas de cuero del pequeño boutique hotel El Llorenç, miro por la ventana con ligera vista al mar —no hay tormenta, solo ese rumor constante que aquí suena un poco como el recuerdo lejano del verano.

Platos pequeños, gran impresión

El nuevo menú de otoño empieza como un paseo por la cocina de la isla, pero con paso firme. Los aperitivos de inicio no son simples ejercicios de dedo, sino pequeñas historias: una variedad de croquetas inspiradas en Perú que calientan por dentro; delicados dumplings de calamar con una salsa agridulce en la que la mayonesa japonesa actúa como cómplice silenciosa; y un confit de pato con albaricoques secos de Porreres y almendras crujientes. Esos albaricoques saben exactamente como los de la frutería de la esquina —no exagerados, simplemente auténticos.

La cocina apuesta luego por la terrosidad: "fideos" de batata en una densa jus de setas, corazones de alcachofa que aún cuentan historias del suelo mallorquín, y finísimas lonchas de jamón Wagyu que apenas quieren esconderse. Dos pequeños platos por servicio logran el equilibrio entre el afán de descubrimiento y la saciedad —ideal si luego quieres pedalear hasta Santa Catalina o por el barrio de Calatrava.

Vino, postre y la invitación a comer con las manos

El menú va acompañado de una selección de vinos locales: un blanco mineral, un callet redondo y para terminar un dulce Pedro Ximénez. No priman las etiquetas, sino la armonía —vino y bocado se llevan bien, y eso se nota en cada sorbo.

El postre es un pequeño y encantador desorden: un híbrido de tiramisú en el que elementos de dorayaki se encuentran con la cremosidad italiana. El camarero recomienda comer el trozo con las manos. Y sí: migas en la servilleta, una sonrisa satisfecha —a veces la honestidad también es algo palpable.

La idea detrás de los platos

Lo que me queda es la impresión de una cocina que quiere mostrar origen sin encerrar los ingredientes en vitrinas de museo. Aceitunas, albaricoques, aromas que recuerdan a la alcachofa —no se limitan a reproducirse, sino que se recombinan. Esto suena a una conversación con la isla: a veces alta, a menudo baja, siempre respetuosa. El equipo trabaja visiblemente con productores locales, y se nota: los componentes cuentan pequeñas historias sobre los pueblos, las montañas y el mar de Mallorca.

Claro que hay pequeños detalles que se podrían pulir: un servicio llegó algo más rápido de lo previsto, y la atención fue amable pero deliberadamente contenida —para mí, más un punto a favor que en contra. En un pequeño hotel de cinco estrellas en Calatrava no te sientes sobre un escenario, sino como invitado en casa de un anfitrión.

Por qué esto es bueno para Mallorca

Un menú como este beneficia a la isla por partida doble: refuerza el aprecio por los productos locales y ofrece a los huéspedes una forma de viajar más sostenible —no solo sol y playa, sino sabor, recuerdo y conexión. Conceptos así contribuyen a que la gastronomía mallorquina no se homogeneice en paquetes turísticos, sino que desarrolle matices más finos que también favorecen a los pequeños productores.

Conclusión

El menú de otoño en El Llorenç está inteligentemente compuesto, a menudo juguetón y rara vez excesivo. No es un acontecimiento monumental, sino más bien un buen amigo que te muestra un nuevo lugar favorito. Quien planifique una velada especial en los próximos días: reserva para las 20:30, un sitio junto a la ventana y la disposición para dejarse sorprender.

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