Un pequeño salón, castagnetes ruidosos y una bailarina que despierta al público en la Ciudad Vieja – así se siente el flamenco en Palma.
Una noche intensa lejos de la milla de playa
A veces basta con un estrecho ascenso por un callejón, un teatro casi secreto y una mujer con fuego para que la noche en Palma sea diferente. En el Teatre Sans (Carrer Can Sans 5) se representa los miércoles a las 21 horas una actuación de flamenco que recuerda más a un concierto personal que a un espectáculo para turistas. Entradas: alrededor de 35 euros, una bebida y algunos tapas suelen estar incluidos. Las representaciones continúan hasta finales de septiembre.
Estuve allí en una noche bochornosa hacia las 20:30, cuando la Ciudad Vieja se calmaba lentamente y solo unos pocos repartidores empujaban cajas por el callejón. Dentro: sillas de madera, un escenario bajo, el aire con olor a aceite de oliva y café recién molido. Sin luces de focos brillantes, sin fanfarrias – en su lugar, castagnetes, un arco de violín casi quejumbroso y el zumbido punteado de una guitarra.
La chispa – más que técnica
La bailarina Silvia Fernández, que en el programa se llama brevemente «la chispa», se toma su tiempo. Sus pasos son precisos, a veces brutales, luego tiernos de nuevo. Se nota que aquí no se recita un repertorio estándar. El coreógrafo Oleh Zahyney, que ha arreglado las piezas, mezcla elementos clásicos de flamenco con influencias sorprendentes: jazz, tango, incluso notas de blues se cuelan. El resultado parece un pequeño escenario, una obra de arte total íntima.
La actuación dura unos 60 minutos, y aunque el espacio es estrecho, no se siente agobiante. Más bien, la cercanía elimina las distancias: se oye el pisotón en la madera, se ve el brillo en sus ojos, se siente la respiración de los músicos. Entre las piezas, el público murmura, sorbe del vaso, y al final a menudo queda ese ligero temblor – una chispa que ha saltado en algún lugar.
Quién busque un espectáculo más tradicional encontrará en Palma también tablaos más grandes, por ejemplo en la Avenida Portugal, con varias representaciones al día y un programa más moderno. El Teatre Sans es diferente: más pequeño, más cálido, a veces más áspero. Para mí es exactamente lo que hace especial una noche en la Ciudad Vieja.
Consejo práctico: Las entradas son populares, mejor reservar con antelación. Y si después de la actuación no quieren irse a casa – la cercanía a algunos bares pequeños invita a prolongar la noche con un plato de tapas tardío.
Un pedazo de cultura que se acerca sorprendentemente. Y eso, aunque el flamenco no es originario de la isla, aquí en una esquina tranquila de Palma brilla de una manera muy propia.
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