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Palma continúa debatiéndose: ¿deberían desaparecer los carruajes tirados por caballos del casco antiguo?

Palma continúa debatiéndose: ¿deberían desaparecer los carruajes tirados por caballos del casco antiguo?

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El debate sobre los carruajes de caballos en el casco antiguo de Palma sigue estancado: hay mayoría política a favor de actuar, pero las decisiones tardan. El dinero, las licencias y las alternativas generan tensiones.

Entre el encanto del casco antiguo y la confrontación: los carruajes tirados por caballos de Palma siguen siendo objeto de disputa

Cuando, a última hora de la tarde, se pasea por las estrechas callejuelas alrededor del Passeig del Born, todavía se les escucha: el tintineo de las pezuñas, el traqueteo de las ruedas, un llamado del cochero. Para algunos es una parte de Palma, para otros ya no es contemporáneo. La discusión lleva años y no tiene un desenlace claro.

Por qué el tema regresa

En pocas palabras: existe una mayoría política que quiere eliminar los carruajes de caballos. Aun así, ocurre poco. La razón no reside solo en el corazón, sino en los papeles y en los bolsillos: muchas de las licencias fueron otorgadas en su día de por vida y son heredables. Una recompra de licencias sería costosa. En conversaciones internas ya se hablan de cantidades que ascienden a varios millones de euros. Eso complica las decisiones, especialmente en un ayuntamiento al que no le gusta ser sorprendido por gastos elevados.

Además, se enfrentan diversos intereses: protectores de animales que señalan repetidos problemas y accidentes; conductores de carruajes que ven amenazada su existencia; turistas que se agarran a la visita nostálgica; y políticas que podrían perder votos si actúan demasiado rápido. No es de extrañar que el debate a veces sea más tedioso que claro.

Qué opciones están sobre la mesa

Se están considerando varias vías: la recompra clásica de las licencias, un cambio a carruajes eléctricos o un intercambio por otras licencias profesionales, como derechos de taxi o de reparto. Cada solución tiene sus inconvenientes. Los carruajes eléctricos se han probado en otros lugares, pero allí no funcionan sin fricciones. Y los conductores de taxis probablemente no estarán encantados si de repente los propietarios de carruajes obtienen licencias de taxi.

Prácticamente para la ciudad sería una solución paso a paso: para las nuevas solicitudes, ya no otorgar derechos indefinidos, comprar las licencias existentes con incentivos y, al mismo tiempo, iniciar proyectos piloto con vehículos de bajas emisiones. Suena sencillo, pero no lo es: los costos deben hacerse transparentes, los conductores deben quedar socialmente asegurados y la ciudadanía debe estar bien informada.

Al final, también es una cuestión de imagen: ¿Palma quiere aferrarse a una atracción turística nostálgica que es cada vez más criticada, o quiere afrontar el cambio de forma moderada antes de que las protestas y los escándalos dominen la ciudad? En la Plaça Major, donde a menudo se entablan conversaciones acompañadas de un café, se oyen cada vez más frases como: es hora de tomar una decisión.

Hasta entonces, las carrozas permanecerán en las losas de adoquín, 28 unidades, como se puede contar en un día laborable normal, y la política de Palma sigue jugando con licencias, costos y moral. Suena burocrático. También lo es. Pero entre las cartas oficiales y el clac clac de las pezuñas se decide cómo sonará Palma en el futuro.

He hablado con una conductora de carruaje en una tarde de martes; ella deseaba principalmente claridad. Así es para muchos: a nadie le gusta la incertidumbre.

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