La Noche del Arte transformó el casco antiguo de Palma en un río humano: galerías hasta tarde, calles llenas de voces y encuentros sorprendentes.
Cuando la ciudad se convierte en galería
Fue una de esas noches de verano que no quieren terminar: cálida, seca, y el aire todavía cargado por el calor del mediodía. La Noche del Arte ha vuelto a transformar Palma, no en un museo, sino en un espacio de arte muy vivo, ligeramente caótico al aire libre. A partir de alrededor de las 20:15, las entradas se llenaron, las calles se estrecharon, y quien pensaba que podría simplemente atravesar, pronto se encontró en la creciente corriente de personas.
Galerías, calles y un poco de política
La nueva galería Bibi + Reus City abrió la noche con una muestra de Maite y Manuel, y sí: se vieron caras conocidas de la política y la cultura entre la gente. Marga Prohens, Llorenç Galmés y Jaime Martínez dieron una vuelta por los espacios, antes de que la multitud los tomara de forma amable. Por supuesto, ese inicio oficial queda, claro, colgando; pero solo una pequeña parte de la noche. El resto pertenece a los invitados, a los estudiantes y a quienes, por casualidad, se detuvieron en una esquina y se quedaron colgados.
He contado gente en la Carrer de Sant Feliu que sostenía una copa en la mano explicando fotos y gente que discutía seriamente frente a un lienzo. En Kewenig, Gerhardt Braun y Xavier Fiol había casi no había espacio; un galerista a mi lado sonrió y dijo en seco: “Tan lleno no lo había visto en años.”
Más que solo imágenes
Hubo conciertos en La Misericòrdia, una mezcla colorida de instalaciones frente al Aljub y largas colas en Casal Solleric. Estudiantes de la escuela de arte ADEMA mostraron trabajos tan frescos que aún se podían ver rastros de pincel. En Es Baluard se reunieron grupos para hablar sobre Miró; en Lonja, visitantes mayores discutían sobre antes y ahora. Todo se sintió como una exhalación colectiva: más fiesta que inauguración.
También los hoteles participaron: Sant Francesc, por ejemplo, ofreció una pequeña visita guiada con discusión posterior. En algunos lugares olía a comida callejera asada, en otros a tinta de impresión fresca de catálogos. Esos detalles hacen que la noche sea muy local, muy Palma.
Por qué funciona
El presidente de galeristas Fran Reus lo resumió más tarde de forma concisa: los patrocinadores están ahí, los socios, pero sobre todo el público. Y el público estaba realmente ahí: residentes y visitantes, a menudo mezclados en una pequeña y ruidosa jauría. Justo esa mezcla hace de la Noche del Arte lo que es: un evento no exclusivo, sino una celebración compartida.
Por supuesto hay críticas: el empuje significa que no todo el mundo puede ver todo, y hay lugares que se benefician del gentío y otros que quedan casi vacíos. Pero al final de la noche quedó una sensación: Palma ha vuelto a mostrar que el arte es parte de la vida urbana. Y eso, para ser sincero, es hermoso de ver.
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