Nuevos pavimentos y luces brillantes — y por la noche basura, orina y ruido. Los residentes alrededor del Paseo Marítimo exigen medidas rápidas y visibles. ¿Quién paga por la calidad de vida?
¿Cómo encaja la imagen turística con la vida cotidiana? El balance de los vecinos en el Paseo Marítimo
En una cálida noche de finales de verano se oyen risas a lo largo del Paseo Marítimo, el choque de botellas y el zumbido lejano de una motocicleta. Para muchos visitantes forma parte de la apacible noche balear. Para María, que vive en una calle lateral desde hace 28 años, es la vida diaria: «A eso de las tres de la madrugada a veces huele como en una gasolinera.» Para ella, la recién pavimentada promenade ya no es un tranquilo bulevar para pasear, sino un lugar en el que los vecinos cierran las ventanas por la noche porque, si no, no pueden dormir.
Rehabilitación: ¿y ahora qué?
Las nuevas luminarias y el elegante pavimento fueron una inversión en la imagen de la ciudad. Pero muchos residentes solo ven la envoltura: fotos de aspecto limpio, pero poca sustancia para el día a día. Un hotelero, que prefiere no ser nombrado, lo resume así: «Mucho dinero en piedra, poco dinero en control.» El resultado son problemas visibles: contenedores llenos, plazas públicas como urinarios, bancos pintarrajeados y molestias por ruido de forma habitual, sobre todo los fines de semana.
¿Quién asume la responsabilidad?
Las recriminaciones son diversas: hacia los visitantes fiesteros, hacia los establecimientos de hostelería que hacen poco frente a los grupos ruidosos, y hacia la administración municipal, que según los vecinos no se ocupa lo suficiente de la limpieza y el orden. Javier, propietario de una pequeña panadería a la vista del paseo, dice: «Llamas a la policía, vienen —pero el problema no se resuelve. Se repite cada noche.»
Lo que a menudo falta en el debate
El debate público se ha centrado hasta ahora en medidas de rápida visibilidad: más policía, multas más severas. Pero se analiza menos cómo la planificación urbana y los incentivos económicos fomentan el uso nocturno. Más asientos, paseos amplios y buena iluminación crean espacios donde los grupos tienden a reunirse. Al mismo tiempo suele faltar un concepto claro de gestión: ¿quién financia la limpieza nocturna? ¿Quién se responsabiliza de servicios como aseos móviles o la gestión de residuos en momentos punta?
Medidas concretas y de efecto rápido
Las demandas de los vecinos son pragmáticas y pueden implementarse a corto plazo en parte. Propuestas que, en conversaciones y reuniones con representantes municipales, podrían dar resultado rápido son:
Más papeleras y sensores: Contenedores adicionales y bien visibles en puntos conflictivos, combinados con sensores de nivel para que el vaciado se haga de forma dirigida.
Aseos móviles en las noches más bulliciosas: Instalaciones temporales en grandes eventos o fines de semana que reduzcan el uso público de las calles como urinarios.
Rondas de limpieza más largas y flexibles: Equipos nocturnos que recojan después de las horas pico (3–5 h) aliviarían rápidamente el problema visible.
Cooperación con los negocios: Hoteles, bares y restaurantes podrían comprometerse contractualmente con la limpieza y el cumplimiento de los horarios de descanso —por ejemplo mediante formación para anfitriones, normas internas vinculantes y una línea común de atención a las quejas.
Trabajo móvil de comunicación y prevención: Patrullas nocturnas con “embajadores” multilingües, señalización y pequeñas acciones informativas ayudan a transmitir las normas antes de que se produzcan las molestias.
Medidas a medio plazo y cuestiones políticas
A largo plazo se necesita, sin embargo, estructura: una regulación clara de financiación para la limpieza nocturna (por ejemplo, una tasa vinculada al turismo), un concepto de control vinculante y horarios de reporte transparentes por parte de las autoridades. También las adaptaciones físicas —puntos de reunión menos acogedores, plantaciones estratégicas o soluciones de diseño para los bancos— pueden contribuir a cambiar patrones de estancia problemáticos sin hacer la promenade poco amigable.
Perspectiva: posible, pero no automática
Grupos locales ya han anunciado reuniones con el ayuntamiento. Permanece la pregunta central: ¿quieren los responsables solo imágenes para relaciones públicas o calidad de vida real para quienes viven aquí? Pequeños pasos visibles harían que los vecinos se sintieran atendidos de inmediato. Al mismo tiempo se necesita un plan para gestionar el uso nocturno sin convertir el Paseo en una zona vedada sin cara.
Al final es una cuestión de compromiso: el turismo aporta ingresos, pero exige inversiones en la infraestructura de la vida cotidiana. Si la ciudad, los negocios y la vecindad encuentran ahora soluciones pragmáticas, pronto podría oler menos mal la promenade por las noches —y María podría volver a dormir con la ventana abierta.
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