En plena agitación del mercado en la Carrer Major desaparece un furgón amarillo — y con él paquetes llenos de electrónica, ropa y medicamentos. Qué significa eso para repartidores, destinatarios y el orden público de Consell, y cómo se pueden prevenir estos casos.
Robo postal en Consell: vehículo amarillo de Correos con docenas de paquetes desaparecido
Fue una de esas mañanas típicas en la Carrer Major de Consell: puestos del mercado, el olor a pescado recién frito (¿o era sobrassada?), ladridos de perros y voces regateando precios. Hacia las 11:30, al parecer alguien aprovechó ese ruido, se subió a un vehículo amarillo de Correos que había quedado momentáneamente desatendido frente a una puerta y se marchó. La repartidora, a pocos pasos de distancia, regresó — y el coche ya no estaba. Terminó el bullicio del mercado; quedó el sobresalto y murmullos indignados.
La pregunta que queda: ¿fue intencional u oportunista?
La Guardia Civil y la Policía Local están en el lugar, toman declaración a testigos y revisan grabaciones de comercios y cámaras domésticas. Un vecino dijo que el autor saltó a un monovolumen oscuro y huyó en dirección a Palma. Aún no está claro si fue un robo planeado o un hurto impulsivo. Pero las consecuencias son las mismas: decenas de paquetes privados — electrónica, ropa e incluso medicamentos — han desaparecido de repente.
La cuestión central no es solo quién se llevó el vehículo, sino por qué este tipo de envíos se convierten en objetivos tan fáciles en las calles de Mallorca. ¿Es por falta de precaución de alguna repartidora, insuficiente protección por parte de la empresa de logística o un problema estructural de seguridad en municipios pequeños como Consell?
Lo que a menudo se pasa por alto
En el debate público suele contarse solo el hurto en sí. Menos atención reciben tres aspectos: primero, el riesgo para la seguridad de las personas que reparten — en este caso la mujer fue apartada y sufrió un shock. Las repartidoras suelen ir solas, con rutas pesadas y pocos mecanismos de protección. Segundo, las consecuencias para la salud de los destinatarios si faltan medicamentos. Tercero, la aparición de mercados negros: electrónica y productos de valor se revenden con rapidez y a menudo se pierde la pista.
Para Consell, un lugar donde uno apenas espera ver escenas así, es una sensación de traición. La costumbre de dejar al repartidor un momento junto a la puerta parecía natural; ahora suena ingenua.
Soluciones concretas — prácticas e inmediatas
Los llamamientos vagos ayudan poco. Sí lo hacen las propuestas prácticas: las empresas de reparto deberían cerrar sus vehículos por defecto para que los paquetes no queden visibles ni accesibles. Jaulas de metal sencillas o paneles separadores cerrables en la zona de carga impiden el acceso rápido. A nivel técnico son posibles los bloqueos remotos y el geofencing por GPS: si el vehículo se mueve sin autorización, puede cortarse mediante señal.
El ayuntamiento también puede colaborar: zonas seguras de carga cerca de la plaza del mercado, puntos de entrega fijos o taquillas en el ayuntamiento reducirían las paradas arriesgadas en calles estrechas. Y sí — una presencia policial breve por las noches o en horas punta puede ejercer efecto disuasorio.
Lo que vecinos y destinatarios pueden hacer de inmediato
La policía pide datos de testigos entre las 11:15 y las 11:45 horas. Los hogares deberían conservar grabaciones, preparar material de dashcam y no lanzarse a perseguir al autor — la Guardia Civil lo desaconseja expresamente. En su lugar: coordinar horarios de entrega, dejar paquetes en casa de un vecino o usar taquillas de paquetería. Pequeños trucos como indicaciones de entrega («entregar en casa de la vecina X») reducen el tiempo que los paquetes permanecen en el vehículo.
Mirando hacia el futuro
Consell se enfrenta ahora a una tarea que conocen muchos municipios mallorquines: ¿cómo proteger la cercanía rural sin convertirla en una fortaleza? Más cámaras no son la única solución — además suscitan preguntas de privacidad. Lo más importante es un mosaico de medidas: mejor equipamiento y formación para repartidores, infraestructura municipal para la recogida de paquetes, mecanismos técnicos de protección en los vehículos y una comunidad vigilante pero no aprensiva.
Al final permanece cierta perplejidad: un coche amarillo, un momento breve y de pronto falta algo más que chapa. Para los afectados son objetos perdidos y rutinas interrumpidas. Para Consell es una llamada de atención para replantear sus prácticas de entrega antes de que llegue el próximo día de mercado.
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