Andratx invierte alrededor de 350.000 euros en un sistema de recirculación de agua marina para reducir la coloración verde frente a Sant Elm. Se esperan efectos a partir de 2026.
Un ensayo técnico contra el agua verde
Quien por la mañana a las 8:15 en el quiosko de la Plaça de Sant Elm toma su café con leche, lo ha notado durante años: el mar a veces parece como si alguien hubiera echado manchas verdes. El municipio de Andratx se harta de ello y ha puesto ahora una señal clara: no con prohibiciones de playa, sino con tecnología.
¿Qué sucede exactamente?
En la orilla se instaló un sistema estacionario de recirculación de agua marina: tres bombas potentes, tuberías y difusores que deben mover el agua costera. La instalación cuesta, según el ayuntamiento, unos 350.000 euros. Las instalaciones funcionan en la temporada; en invierno se desmontan las bombas, explican los responsables.
El plan es sencillo en la idea, complejo en la implementación: mediante una mejor mezcla se pretende reducir la acumulación de nutrientes y, por lo tanto, la masiva proliferación de algas. Quien aquí suele bañarse conoce las cortinas verdes que en algunos años estropean la diversión — y que a veces también molestan a los pescadores y a los arrendadores de hamacas.
¿Quién está detrás de esto?
El consejo ambiental Antoni Nicolau explica que se ha invertido tiempo en la planificación y coordinación con biólogos marinos y otras autoridades. La alcaldesa Estefanía Gonzalvo destaca que la medida es un ejemplo de que no solo se comenten los problemas, sino que se aborden. He escuchado en la panadería de la esquina a dos lugareños que dijeron irónicamente: “A ver si la bomba funciona mejor que el viento.”
La tecnología no es nueva, pero aquí se quiere probar a largo plazo. A partir de 2026, según la esperanza oficial, deberían verse las primeras mejoras visibles. Hasta entonces se exige paciencia: los ecosistemas marinos no reaccionan de la noche a la mañana.
¿Qué significa esto para los turistas y vecinos?
Para los huéspedes significa: menos áreas verdes molestas en el agua, bañarse más agradable y calas de aspecto más limpio. Para la vecindad significa inversiones en un lugar que en verano se llena bastante, pero fuera de la temporada alta permanece tranquilo. Y quien desde aquí mira hacia la deshabitada isla Sa Dragonera sigue viendo la silueta escarpada con sus muchas lagartijas, inalterada.
Si la instalación aporta el resultado deseado, se observará mediante mediciones, observación visual y el pequeño pero importante juicio de las personas que llegan todos los días a la playa. Yo, por mi parte, volveré el próximo verano a estar temprano en la mañana en el paseo junto a la orilla, con café en la mano y la mirada al mar, y veré si el agua parece más azul.
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