Cada sábado la Plaça de Sóller se llena de puestos; los jueves el pequeño mercado del puerto atrae a la gente: la mezcla perfecta entre lo local y el ambiente dominical.
Mercado semanal en Sóller: vale la pena madrugar
Cuando el sábado, alrededor de las 9, se montan los primeros puestos, se nota al instante: esto no es un evento para turistas, es la vida cotidiana que huele a café y pan recién hecho. En la Plaça frente a la iglesia de Sant Bartomeu se apiñan vendedores con aceitunas, naranjas, jabones artesanales y joyas. A menudo me encuentro allí con gente que conozco desde hace años — la vendedora del mercado con la risa alta, el viejo pescador con la chaqueta de cuero curtida por el tiempo.
Quien se sienta frente a la iglesia pronto tendrá un zumo de naranja recién exprimido en la mano. Y sí, las ensaimadas están calientes y un poco pegajosas, tal como deben ser. Para llevar a veces me doy el gusto con unas patatas bravas en la pequeña Vermutería del mercado — carta sencilla, buen ambiente y casi siempre una mesa junto a la ventana desde la que se puede observar el trajín.
Productos con carácter
La selección es honesta: fruta de temporada, especialidades parecidas a la berenjena de la zona, sobrasada en distintos grados de curación. Hay quesos de cabra, anchoas en conserva y la sorpresa ocasional — un frasco de licor casero con etiqueta escrita a mano. Los comerciantes cuentan historias sobre sus productos; una breve charla a menudo vale más que un euro.
Port de Sóller: pequeño, pero encantador
Los jueves, entre las 9 y las 14 h, el paseo del puerto de Port de Sóller se convierte en un mercado en miniatura. Quien viene aquí no busca una gran variedad, sino esa sensación relajada: menos gente, más vistas al mar. Los puestos son manejables — dos o tres con quesos, un puesto con botifarró, una pareja que vende pulseras hechas a mano.
Recomiendo, después de curiosear, sentarse en una de las barras en el espigón. Pescado fresco, una copa de vino blanco y la calma en el agua — ese es el momento en que el mercado muestra su valor. Quien quiera más, puede subir al tranvía histórico (el pequeño tranvía que sube al pueblo) y continuar la ruta de compras allí.
Consejos de alguien que vive aquí
Llega temprano, lleva efectivo (algunos puestos solo tienen terminales de tarjeta de manera esporádica) y reserva tiempo para conversar. En noviembre el tiempo suele ser templado, pero mejor trae una chaqueta ligera — la brisa en el puerto sorprende a más de un visitante optimista. Y si buscas algo realmente especial: pregunta por el origen de los productos. Las mejores historias suelen ocultarse en los frascos más pequeños.
PD: Vivo en Sóller desde hace algunos años, doy clases de yoga ocasionalmente y compro mis naranjas siempre los sábados en la Plaça. No es solo un mercado. Es un pequeño trozo de la vida cotidiana que se coge con facilidad.
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