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Son Amar permanece abierto: en lugar de grandes espectáculos ahora eventos empresariales y privados en Bunyola

Son Amar permanece abierto: en lugar de grandes espectáculos ahora eventos empresariales y privados en Bunyola

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La finca de culto Son Amar en Bunyola seguirá operando — pero ya no como gran escenario de espectáculos. Herederos y nuevos gestores apostarán a partir de ahora por celebraciones de empresa, bodas y eventos privados.

Son Amar continúa, pero de otra forma

Quienes en las últimas semanas subieron por la estrecha entrada a Son Amar a lo largo de la carretera de Palma a Sóller habrán visto la gran pancarta: el funcionamiento continúa. El recinto en Bunyola vuelve a abrir sus puertas, pero en un papel distinto al que muchos conocimos durante décadas. ¿Los espectaculares shows nocturnos con acrobacias, escenas medievales o varieté? Ya no forman parte del programa diario.

Familia, amigos y un nuevo concepto de negocio

La dirección está ahora en manos de Dominic Miles, hijo de la fallecida empresaria Margaret Whittaker, y de Paul Abrey, conocido en Palma por su empresa de producción audiovisual. Ambos quieren explotar Son Amar por ahora como lugar para celebraciones privadas y actos de empresa. Suena pragmático. Y lo es. Salas, terrazas y el gran auditorio se utilizarán para bodas, galas y congresos — en definitiva, todo lo que genere ingresos y suponga menos riesgo que producir sus propios espectáculos elaborados.

El recinto tiene espacio (lo sabe quien haya estado allí): un auditorio para más de mil espectadores, varias salas interiores, terrazas y cuidados espacios exteriores. Mucho está todavía en pie, y mucho es potencialmente utilizable. ¿Volverá la sensación que Son Amar transmitía antes? Difícil de decir.

Personal, cifras, realidad

El giro económico no surge de la nada. Tras la muerte de Margaret Whittaker desaparecieron apoyos, y la pandemia ya había asestado un duro golpe. En el marco de una reestructuración se llevó a cabo un procedimiento de regulación de empleo: alrededor de 170 puestos se vieron afectados; en primavera se acordaron indemnizaciones de 33 días por año trabajado. Para muchos empleados fue un duro revés — y para el vecindario, una señal clara de que Son Amar no continuaría como antes.

Qué queda, qué se va

Para los aficionados a los grandes shows no es una buena noticia. Algunos artistas, extrabajadores y visitantes habituales calificaron el cierre del escenario de espectáculos como francamente decepcionante. Otros lo ven con más frialdad: un negocio de eventos centrado en citas privadas suele tener ingresos más estables y menos riesgo de planificación. La decisión parece así una medida pragmática de salvamento — no el regreso romántico a los viejos tiempos, pero al menos la continuidad del lugar.

Valoración personal: al final, Son Amar puede tener algo así como una segunda vida, pero será distinta. En lugar de los focos intensos, quizás una serie de eventos corporativos bien organizados, bodas a la luz de las velas y conferencias con buen catering. La semana pasada eché un breve vistazo al recinto: olía a otoño, los olivos estaban quietos, y en la entrada tres antiguos trabajadores de escenario discutían en voz baja su futuro. Eso dice más que cualquier comunicado oficial.

Si dentro de unos años volverán a programarse shows culturales abiertos al público está por ver. De momento: Son Amar se mantiene como lugar de eventos. Pero el gran escenario ha cambiado su papel — de escenario de espectáculos públicos a espacio flexible para eventos.

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