Son Bunyola recibe la llave Michelin en Banyalbufar por artesanía y preservación de la historia.

Son Bunyola recibe la llave Michelin: una casa que conserva historias

👁 6230✍️ Autor: Ana Sánchez🎨 Caricatura: Esteban Nic

No una estrella, pero sí una llave: Son Bunyola en Banyalbufar fue galardonado en 2025 con una llave Michelin. Un reconocimiento al oficio, a lo local y al trato cuidadoso con la historia.

Una llave para la calma, la piedra y el aire perfumado de romero

Al amanecer, cuando la campana de Banyalbufar vuelve a sonar y los barcos de pesca en el horizonte se ven como pequeños puntos sobre el mar, Son Bunyola respira hondo. La noticia desde París —una llave Michelin para 2025— ha provocado aquí, en la MA-10, un leve gesto de orgullo. No una estrella, indica la lista, pero un galardón por el carácter, la autenticidad y aquello que no se puede cuantificar en los libros de visitas.

Por qué una llave es más que un título

La llave Michelin convive con las conocidas estrellas gastronómicas y está dirigida a casas que cuentan historias especiales: restauración cuidadosa, artesanía regional y un sello distintivo en el servicio y la cocina. Para Son Bunyola, una antigua posesión mallorquina del siglo XIII, es una confirmación de años de trabajo en los detalles. A los turistas de sombrero de paja y a los chismes del jet set les importa poco; lo importante son los cipreses, los olivares y el aroma a romero que se extiende por las terrazas con cada cálida bocanada de Tramuntana.

Una casa entre el mar y la montaña

Quien toma la sinuosa carretera desde Palma hacia el oeste conoce la costa agreste y las pequeñas calas que parecen sacadas de un cuadro. Son Bunyola se extiende por más de 300 hectáreas en la Serra de Tramuntana —un paisaje donde la luz cae de otra forma y el tiempo parece latir más despacio. El complejo pertenece a Virgin Limited Edition; Sir Richard Branson participó en su desarrollo. A pesar de los nombres internacionales, la propiedad se siente doméstica: senderos estrechos, muros de piedra y los sonidos de la isla —el traqueteo de una contraventana, la risa lejana de niños en una ermita— forman parte del conjunto.

Casas pequeñas, gran cocina

Con solo 27 habitaciones y tres villas privadas, la atmósfera se mantiene íntima. Dos restaurantes comparten la carta: Sa Terrassa, bajo la dirección de la chef Brenda Lisiotti, y Sa Tafona, en el antiguo molino de aceite. Ambos apuestan de forma decidida por ingredientes regionales. Mucho procede del huerto propio —tomates, hierbas, cítricos— y de productores de la zona. Por la mañana, cuando el sol acaba de asomarse sobre los acantilados, se está en la terraza, se toma un café fuerte y se escucha el campanario dar las horas. El lujo aquí no es ostentación, sino un ritmo recuperado.

Más que una piscina: experiencia en lugar de catálogo

Sí, hay tratamientos de spa, una piscina exterior climatizada y zonas de descanso entre muros históricos. Pero el galardón valora sobre todo la conjunción de confort y contexto: ¿cómo se combinan las comodidades modernas con la sustancia de una casa que ha visto siglos? La respuesta está en los pequeños detalles —suelos de madera aceitados, azulejos hechos a mano, la voz del personal que conoce los nombres de los olivicultores.

Lo que esto significa para Mallorca

Son Bunyola se suma a una capa creciente de direcciones en la isla que no destacan solo por su tamaño o por su fama. El reconocimiento señala: Mallorca sabe ofrecer calidad pensada de forma sostenible. Esto es bueno para la economía local —desde los jardineros hasta los cocineros— y para la conservación de las casas antiguas. Al mismo tiempo, la visibilidad conlleva responsabilidad. Más huéspedes querrán experimentar la calma; el reto está en mantener esa aspiración sin masificar. Pequeñas casas con arraigo regional podrían servir de ejemplo: menos camas, más cuidado, estancias más largas en lugar de pasos fugaces. Mallorca sigue siendo un imán para los paladares exigentes y ofrece una gran variedad de posibilidades.

Banyalbufar: parar y respirar

Quien próximamente viaje desde Palma hacia el oeste no debería mirar solo el navegador. Detente un momento, respira, siente el viento salado y el aroma a romero. La carretera se aquieta, la costa rugen las olas, y durante un rato todo permanece igual —aunque ahora una pequeña y brillante trofeo cuelga en un lugar que sobre todo quiere una cosa: contar sus historias y preservarlas bien.

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