A principios de la década de 1990, los vendedores callejeros senegaleses formaban parte del día a día en las playas de Mallorca. Una mirada atrás a la mercancía, las rutas y la vida detrás de los puestos.
Un trozo de vida cotidiana que hoy se ve diferente
Hace tres décadas, eran tan familiares como el murmullo del mar: hombres de África occidental que con un puesto de venta o una mochila recorrían el paseo marítimo. Quien caminaba por la Playa de Palma en una tarde calurosa, los encontraba entre sombrillas y cafés — siempre amables, a menudo pacientes, a veces con un fuerte 'barato, barato'.
Qué vendían
La selección en aquel entonces era sorprendentemente tangible: relojes de pulsera con alarma integrada, cuentas de colores, figuras de madera talladas, bolsas de tela y sombreros de sol ligeramente delicados al estilo vaquero. Nada que valiera mucho, pero suficiente para ganar unos euros cada día para llevar a casa. Hoy muchos piensan más en imitaciones de artículos de marca, camisetas de fútbol o gafas de sol. El cambio en la oferta muestra cómo cambió la demanda en la isla.
Cómo vivían y trabajaban
Las autorizaciones de trabajo oficiales eran raras. Solo una pequeña parte trabajaba de forma legal; otros improvisaban. Algunos vivían en barrios simples cerca de Palma, otros compartían habitaciones lejos, se reunían antes del amanecer y se dirigían a la costa. Recuerdo a un anciano señor, que siempre a las 10 en la esquina del Paseo, con una caja llena de pájaros esculpidos — nunca vendía a voces, sino que sonreía y esperaba a que alguien se detuviera.
No había riqueza rápida — el negocio era generalmente duro. Muchos no venían para hacerse ricos, sino para ganar lo suficiente para la familia. Por el día venta, por la noche discusiones entre colegas, planes para volver a Dakar o para la próxima visa.
Controles y prejuicios
Los controles policiales desempeñaban entonces un papel diferente al de hoy. Las autoridades y fuerzas del orden respondían de forma puntual; para muchos la situación era insegura. Pero sobre todo los estereotipos moldearon la imagen: 'Todos se ven igual' — dichas frases las oí muchas veces cuando turistas y residentes hablaban de los vendedores. Detrás de cada puesto había una historia propia.
Por qué es importante
Estas visiones cercanas a los años 90 nos recuerdan que la migración, el trabajo y la vida cotidiana están entrelazados. Las personas que entonces se sentaban en las playas dejaron huellas: en pequeñas historias, en ruidos cotidianos, en los recuerdos de clientes habituales y propietarios de tiendas. A veces es bueno detenerse un momento y no solo comprar, sino escuchar.
Una mirada retrospectiva, no un juicio. Solo unas calles, unas voces y el recuerdo de un Mallorca que cambia constantemente.
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