Una revisión interna de los pagos de Resoga pone al descubierto lagunas en la administración: al menos 1,3 millones de euros parecen haber sido abonados por error. Qué implica esto para los afectados en Mallorca — y cómo podrían evitarse errores en el futuro.
Agujero de millones en Resoga: las cuentas no cuadran
En Palma, la semana pasada una fría revisión de expedientes provocó indignación: al menos 1,3 millones de euros en pensiones sociales aparentemente fueron transferidos indebidamente. En círculos administrativos incluso se habla de hasta 2,5 millones de euros, si la comprobación se amplía a todos los casos. En la Plaça de Cort, donde entre la fachada del ayuntamiento y las terrazas de las cafeterías se mezclan las voces de la ciudad, escuché frases como: «Aquí se ha trabajado durante demasiado tiempo con datos desactualizados». Eso suena menos a errores aislados y más a un problema sistémico.
¿Cómo pudo ocurrir?
La revisión comenzó en primavera: empleados compararon historiales de pagos, registraron anomalías y se toparon con patrones recurrentes. En muchos casos las transferencias continuaron pese a que los beneficiarios ya no vivían en las islas. En parte no se tuvieron en cuenta las bajas registradas en los registros de empadronamiento, en otros expedientes faltaban actualizaciones o las anotaciones de verificación necesarias. Otro problema: la migración estacional. Personas que solo pasan parte del año en Mallorca se quedan fuera de los controles cuando no hay cruces de datos.
Técnicamente, suele faltar la automatización en el cruce de datos entre las oficinas de empadronamiento, los servicios sociales y las oficinas centrales de pago. La escasez de personal y sistemas informáticos obsoletos aumentan la propensión a errores. Y como los controles durante años fueron esporádicos, pequeñas inexactitudes pudieron sumarse hasta formar una mayor fuga financiera.
Consecuencias — para la hacienda pública y para las personas
El gobierno ya ha suspendido los pagos en más de 2.000 casos; en varios centenares se han iniciado acciones de reclamación. Para los afectados eso suele traducirse en preocupaciones inmediatas: en el mercado semanal de Sineu encontré a una pensionista que apretó más sus bolsas de la compra y me dijo: «Si de pronto quieren que devuelva el dinero — ¿cómo voy a pagarlo?». Tales dudas no son abstractas. La electricidad, el alquiler, la siguiente caja de medicinas — son gastos reales que están en juego.
Los fondos públicos no son solo cifras en un extracto bancario; son vida cotidiana. Cuando errores administrativos afectan a pensionistas, progenitores solteros o trabajadores con ingresos bajos, está en juego más que un epígrafe presupuestario: se daña la confianza en la ayuda estatal.
Lo que queda fuera del debate
El debate público suele centrarse en cifras y en atribuciones de culpa. Reciben menos atención las cuestiones estructurales: ¿cómo están conectadas técnica y personalmente las oficinas de empadronamiento y los servicios sociales? ¿Qué distinción existe entre residentes temporales y residentes de larga duración? ¿Y cómo afrontan las autoridades las barreras lingüísticas y digitales —especialmente entre personas mayores que quizá no entienden las cartas o no responden a tiempo?
Un punto a menudo pasado por alto: la práctica de reclamar devoluciones puede variar mucho. En casos individuales una reclamación puede ser adecuada. Pero si se estandariza sin evaluaciones por situaciones de dificultad o sin acuerdos de devolución a plazos, el procedimiento golpea con más dureza a quienes menos capacidad tienen para reembolsar.
Concreto: qué debería ocurrir ahora
La investigación ya ha mostrado deficiencias. De ellas se derivan pasos concretos que tanto a corto plazo mitiguen daños como a largo plazo recuperen la confianza:
1) Moratoria sobre reclamaciones agresivas: Hasta que todos los casos se revisen individualmente, serían adecuadas medidas transitorias más suaves —especialmente para pensionistas.
2) Fondo para casos de dificultad y planes de pago: Un pequeño presupuesto para la protección social en casos problemáticos evita situaciones de necesidad extrema.
3) Cruces de datos automatizados: Interfaces técnicas vinculadas entre registros de empadronamiento, servicios sociales y oficinas de pago reducirían los errores.
4) Comunicación transparente: Información proactiva por carta, teléfono y prensa local ayuda a evitar pánico. Puntos de atención locales —como el ayuntamiento en la Plaça de Cort— deberían dejar claro: estamos aquí para ayudar.
5) Auditorías externas y muestreos anuales: Revisiones independientes evitan que los procesos queden años sin control.
Mirando hacia adelante
Los errores administrativos cuestan dinero —y cuestan confianza. El gobierno de las Baleares tiene la tarea de reparar procedimientos, tratar a los afectados con humanidad y mejorar las estructuras para que un clic equivocado no arruine la vida cotidiana. En las calles de Palma o en la charla del mercado de Sineu se oye ahora menos sobre cifras y más sobre las personas detrás de ellas: quieren seguridad, respuestas claras y, cuando haga falta, comprensión. Esas respuestas deben venir política y administrativamente —y rápido.
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