Las Baleares refuerzan la atención psicológica en los centros de salud — 16 nuevos profesionales, nueve de ellos en Mallorca. Un avance, pero quedan preguntas sobre la distribución, accesibilidad y coordinación.
Más ayuda psicológica — ¿pero es realmente suficiente?
Temprano por la mañana, cuando el primer café con leche frente a la Plaza de Cort aún humea y los autobuses pasan callados por el paseo, la noticia suena a alivio: a partir de mediados de octubre deberían trabajar 16 psicólogas y psicólogos más en los centros de salud de las Baleares, nueve de ellos en Mallorca. Para muchas personas es una señal visible, pero la pregunta central sigue siendo: ¿llegará la oferta allí donde más se necesita?
¿Qué está previsto concretamente?
El gobierno regional planea aumentar el número de psicólogas y psicólogos que trabajan en la atención primaria a un total de 25 y destina para ello alrededor de 16 millones de euros. El objetivo es que en todos los centros de salud se ofrezca apoyo psicológico antes de 2026. En Palma, Manacor y Alcúdia los turnos podrán ser más accesibles —siempre que la distribución de las plazas, los horarios de atención y la organización sean los adecuados. El aroma del café en la consulta de la Plaza de la Catedral ya suena más esperanzador, pero las listas de espera en los tablones siguen existiendo.
Pregunta clave: ¿atiende este modelo a las islas de forma equitativa?
La respuesta es complicada. Mallorca no es solo el paseo marítimo y el casco antiguo; detrás de las sierras y en las pequeñas carreteras rurales viven personas cuyo trayecto al centro de salud es más largo. Nueve plazas adicionales en Mallorca suenan bien, pero repartidas entre docenas de centros queda poco tiempo por cada lugar. En pueblos como Campos o Sencelles esto puede significar: horarios reducidos de consulta o citas que resultan difíciles de conciliar con el trabajo y los horarios escolares. El reloj en la consulta sigue corriendo, pero no siempre marca el momento adecuado para quienes buscan ayuda.
¿Qué problemas suelen pasarse por alto?
Primero: las barreras lingüísticas y culturales. Mallorca es internacional: turistas, trabajadores temporales, residentes mayores con conocimientos de alemán. La atención psicológica debe ser accesible en varios idiomas, si no, parte de la población quedará excluida. Segundo: la coordinación con los médicos de cabecera y los hospitales. Sin interfaces claras pueden producirse duplicidades diagnósticas o lagunas en el seguimiento. Tercero: cuestiones de infraestructura. ¿Son las salas de los centros de salud adecuadas para conversaciones sensibles? ¿Se garantiza la protección de datos si en el mismo pasillo se reparten notificaciones?
¿Cómo podría mejorarse el concepto?
Sobre la mesa hay algunas ideas pragmáticas: consultas flexibles por la tarde o los sábados, para que las personas trabajadoras no tengan que pedir tantos días libres; sesiones de telemedicina como complemento, especialmente para municipios aislados; intervenciones breves presenciales combinadas con vías claras de derivación para casos más complejos. También sería importante una plataforma central de citas que haga transparentes los tiempos de espera y reuniones periódicas de casos entre médicos de cabecera y psicólogos, para que ningún paciente se pierda entre los sistemas.
Además: incentivos para profesionales locales. Quien vive en la isla conoce a la gente, las líneas de autobús y las temporadas turísticas —y es más probable que permanezca tras contratos temporales. La promoción del idioma y la formación en psicoterapia intercultural deberían formar parte del paquete.
¿Qué supone esto para las pacientes y los pacientes?
A corto plazo: menos derivaciones, menos desplazamientos para la primera valoración y, por tanto, estabilización más rápida en situaciones de crisis. A largo plazo, una atención primaria bien organizada puede reducir la carga de los hospitales y mejorar la continuidad terapéutica. En la sala de espera del centro de salud ya se oye, a ratos, un aliviado «por fin» —un pequeño eco de lo que puede lograrse.
¿En qué debemos fijarnos como comunidad?
Transparencia sobre la distribución de las plazas, cronogramas concretos para cada municipio y una evaluación de la efectividad deberían ser públicas. Cuando se reparten fondos y puestos hacen falta indicadores: ¿han disminuido los tiempos de espera? ¿hay menos ingresos por crisis? ¿se está llegando a los colectivos vulnerables? Sin estos mecanismos de control existe el riesgo de que la nueva estructura en el papel parezca mejor, pero en la realidad solo alivie a unos pocos centros.
Quien necesite cita próximamente: pregunte directamente en los centros de salud, consulte los anuncios o mire online —y manténgase en contacto. La ayuda psicológica se acerca, pero si llegará por igual a todos sigue siendo una tarea local.
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