Pequeña cala, gran relajación: Camp de Mar en el suroeste de Mallorca destaca por sus aguas tranquilas, un restaurante en la islita y dos aparcamientos gratuitos — ideal para familias.
Por qué Camp de Mar encaja tan bien con las familias
En una tarde avanzada de verano, cuando el calor afloja y el viento de la Tramuntana se queda en una brisa, Camp de Mar se convierte en uno de esos lugares en los que todo encaja. La cala es pequeña —unos 150 metros de largo y alrededor de 80 metros de ancho— y eso es precisamente lo que la hace atractiva. Dos lenguas de roca rodean el agua, de modo que suele quedar como un espejo. Los niños chapotean, los buscadores de conchas se agachan en el agua poco profunda, y no se tiene la sensación constante de tener que vigilar al pequeño por toda la isla.
La pequeña isla y el puente de madera — un poco de cine, mucho de cotidiano
Lo que primero llama la atención es la diminuta isla con el restaurante, a la que se accede por un estrecho puente de madera. Al cruzarlo se mezclan el tintinear de los platos, el olor a pescado frito y la risa lejana de los bañistas en una melodía bastante mallorquina. La comida es sencilla, no alta cocina, pero perfecta para una comida relajada con vistas al mar. Por la noche, cuando se encienden las luces y las conversaciones se vuelven más suaves, la escena adquiere un aire casi cinematográfico —sin el estrés de un rodaje.
Práctico y familiar — pequeños detalles que marcan la diferencia
Los padres apreciarán el lado práctico: hay dos aparcamientos gratuitos en las inmediaciones y una parada de autobús, de modo que llegar sin coche propio también resulta cómodo. En el pequeño recinto hay aseos públicos, taquillas, tumbonas e incluso rampas para personas con movilidad reducida. Por doquier hay contenedores de basura con sistema de separación —no es un cuento ecológico, sino un día a día que funciona sorprendentemente bien. Y sí, en una esquina hay una estación para cargar el móvil. Tiempos modernos: si la tablet necesita cinco minutos de energía, los padres respiran aliviados.
Agua, deportes acuáticos y excursiones — tranquilo pero versátil
El agua es transparente y el fondo marino desciende poco a poco —relajado para los niños que chapotean y tranquilizador para los padres. La oferta de actividades va desde un tranquilo paddle surf y el snorkel hasta paseos en barco organizados. Desde el embarcadero salen embarcaciones hacia el parque natural de la Dragonera o a lo largo de la costa en busca de delfines. Para quienes buscan adrenalina no hay olas bravas ni grandes números de kitesurf, pero sí exactamente lo que muchas familias buscan: horas seguras y bonitas junto al mar.
La playa puede llenarse bastante en días de mucho calor. Quienes quieran la absoluta tranquilidad deberían venir a primera hora de la mañana: cuando el sol acaba de elevarse sobre los pinos, el ambiente es especialmente suave, el aire huele a pino y salitre y las gaviotas solo chillan a lo lejos. Al final de la tarde, cuando el sol se vuelve más cálido, Camp de Mar es un sueño tanto para constructores de castillos de arena como para adultos en busca de paz.
Consejo práctico: los lugares con sombra son escasos —traed sombrilla o una cabaña de playa ligera. Y si visitáis el pequeño restaurante de la isla: mejor reservar en temporada alta. Entre el tintinear de los platos y el ruido del mar, se está mejor con el estómago lleno y una buena copa de vino.
En resumen: Camp de Mar no es un gran centro turístico ostentoso. Es una playa acogedora y bien equipada en el suroeste de Mallorca, donde las cosas sencillas funcionan bien: agua clara, algo de gastronomía, aparcamiento gratuito —y risas de niños al borde del día.
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