El Consell de Mallorca permite a partir de 2026 la captura del cangrejo azul invasor en casi todas las aguas (excepto las zonas protegidas) y amplía los métodos de captura. Un paso importante, pero quedan preguntas abiertas sobre el control.
El consejo insular endurece las reglas contra el cangrejo azul – ¿es suficiente?
Nueva libertad de captura, más artes, cinco años de vigencia: entre la esperanza y la cotidianeidad
En el mercado de Santa Catalina huele a pescado fresco, el viento lleva los gritos de las gaviotas sobre los tejados — y en el borde del muelle bajo la Plaza Gran, un taxista discute con un pescador aficionado sobre la nueva norma del Consell de Mallorca. A partir de 2026 se permitirá capturar el llamado cangrejo azul en casi todas las aguas; solo quedarán fuera las zonas naturales de protección estricta. Además, se autorizan oficialmente las cañas, los pequeños redes y las pinzas de agarre. La normativa estará en vigor hasta 2030.
Son medidas concretas contra una especie invasora que desde hace años causa molestias en las calas y los puertos. Datos que menciona el consejo insular: desde 2020 más de mil pescadores recreativos han capturado alrededor de 15.000 ejemplares. Para muchos residentes esto supone una contribución a la protección de los ecosistemas locales, pero también plantea dudas sobre aspectos no resueltos.
Pregunta clave: ¿Son la autorización y la ampliación de artes suficientes para controlar realmente al cangrejo azul, o la política solo traslada el problema al día a día de las localidades costeras?
Análisis: La ampliación de los métodos permitidos tiene sentido práctico. Un pescador con una pinza en el espigón de Port de Pollença es más rápido que un equipo designado por la administración. Pero la eficiencia no lo es todo: hasta ahora faltan reglas sobre cuotas de captura, obligaciones de notificación o la eliminación segura de los ejemplares. Sin un registro centralizado de datos, las autoridades saben poco sobre la evolución de las poblaciones en el tiempo. Tampoco está claro cómo se coordinarán los pescadores profesionales y los recreativos, ni si se evitará la captura accidental de especies protegidas.
Lo que falta en el discurso público son controles concretos, programas regulares de monitorización y directrices claras sobre el trato de los animales capturados. En los paneles informativos de las playas populares quizá ponga pronto «cangrejo azul permitido», pero no se indicará si hay que dejarlos vivos, sacrificarlos, comunicarlos o dónde depositar ejemplares muertos. Tampoco se discute apenas el aspecto económico: la venta o reutilización es legalmente delicada y podría crear mercados indeseados.
Una escena cotidiana: en una mañana fría junto a la Cala Major, una mujer con botas de agua arrastra un pequeño redes por el agua poco profunda. No lo hace por afición a la captura, sino porque su vecino la semana pasada detectó una plaga de cangrejos en un bolardo del barco. Estas intervenciones locales muestran que la solución suele empezar en el lugar — con vecinos, comercios y pequeños grupos — y no solo con ordenanzas en el ayuntamiento.
Propuestas concretas que serían necesarias ahora:
1. Plataforma de notificación y datos: Una app sencilla o una línea telefónica para comunicar las capturas con lugar, fecha y cantidad. Eso generaría datos fiables sobre las poblaciones e integraría a los pescadores recreativos.
2. Reglas claras de aprovechamiento: Directrices sobre si y cómo se pueden aprovechar o eliminar los ejemplares de forma segura — para evitar la comercialización ilegal y prácticas antihigiénicas.
3. Formación local: Talleres gratuitos en puertos y playas: cómo identificar el cangrejo azul, cómo manejarlo con criterios de bienestar y qué artes son adecuados.
4. Modelo de cooperación con pescadores profesionales: Incentivos para que la flota comercial realice capturas dirigidas, por ejemplo con primas o ayudas para la eliminación.
5. Zonificación y señalización claras: Que quien pesque en Cala d’Or o en la bahía de Alcúdia vea de inmediato qué áreas están prohibidas. Las zonas protegidas necesitan límites visibles y controles.
Conclusión: La nueva normativa del Consell no es un mal comienzo — aporta movimiento a un problema real. Pero en las callejuelas de Palma y en los muelles se aprecia más satisfacción por la manejabilidad que por la cobertura de la medida. Si la administración incorpora ahora el seguimiento, el aprovechamiento y la formación, una buena idea puede convertirse en un concepto aplicable. De lo contrario, la medida corre el riesgo de ser un respiro bienintencionado pero incompleto.
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