El nuevo Paseo Marítimo impresiona desde lejos, pero los vecinos se quejan de maleza, un muro frío en la bahía de Can-Barbarà y de una notable reducción de plazas de aparcamiento. ¿Quién asume la responsabilidad?
Paseo Marítimo en Palma: hermoso desde lejos, caótico en algunas esquinas
Quien pasea estos días por el Paseo Marítimo escucha los sonidos típicos de Mallorca: gaviotas que chillan, una bocina de barco en la distancia, el tintinear de timbres de bicicleta sobre la piedra lisa. La imagen general parece ordenada: nuevas áreas pavimentadas, bancos con vistas al agua. Pero al mirar con atención se aprecian huecos: maleza crece entre las losas, pequeños parches de hierba brotan en los parterres y zonas de grava yacen sin tocar desde hace semanas, como si el equipo de obras ya se hubiera marchado.
El vecindario entre orgullo y ceño fruncido
En la cafetería de la esquina, a las nueve de la mañana y alrededor de las seis de la tarde, la gente habla con franqueza. «El paseo es bonito, pero ya casi no encuentro aparcamiento», dice una mujer que sube las escaleras con la bolsa de la compra llena. Un hombre mayor añade: «Antes aparcaba delante de casa; ahora camino tres calles más». Esta fórmula «más bonito, pero menos plazas» se repite en muchas conversaciones. Para algunos queda la duda: ¿se ha ganado realmente calidad de estancia para los peatones, o solo a costa de los vecinos?
Otra molestia es el nuevo muro en la bahía de Can-Barbarà. Desde algunos puntos de vista resulta frío y liso, casi como un fondo que cierra la vista al mar. Algunos residentes opinan que fue una decisión puramente estética; otros sospechan un fallo de planificación: una medida equivocada entre protección y apertura.
Fase de obras, promesas y el mantenimiento posterior
La inauguración oficial está prevista para octubre. Hasta entonces se promete seguir con obras y ajustes. Pero llama la atención el ritmo de las intervenciones: acciones breves y rápidas, como la retirada repentina de un puente junto al Hotel Mediterráneo, se realizaron con rapidez. En cambio, el mantenimiento posterior parece desatendido: no hay deshierbe regular, no se aprecia una irrigación coordinada ni un plan de cuidado claro para las nuevas áreas ajardinadas.
También cambia el uso: el ex edificio del Social Club expropiado sigue siendo tema de conversación. Al parecer los responsables se trasladaron provisionalmente a antiguas dependencias del Melià Victoria, una solución temporal que demuestra lo rápido que pueden desplazarse aquí los puntos de encuentro sociales.
La pregunta clave: ¿puede el Paseo convertirse en un punto de encuentro vivo?
Esa es la cuestión decisiva. Un paseo bien diseñado por sí solo no basta. Los espacios públicos requieren mantenimiento, reglas claras y la implicación de quienes los usan a diario. Algunos aspectos han quedado hasta ahora fuera del debate:
Mantenimiento a largo plazo en lugar de un diseño puntual: Debería planificarse un equipo profesional de mantenimiento regular, con intervalos definidos para deshierbe, riego y limpieza, no como un gasto residual, sino como parte integral del proyecto desde el inicio.
Replantear el espacio de aparcamiento: Si se pierden plazas, hacen falta soluciones de compensación justas: permisos de aparcamiento para residentes, plazas de corta duración temporales para compras o tarifas reducidas en parkings cercanos podrían ayudar a recuperar el equilibrio.
Muro en Can-Barbarà: Donde se bloquea la vista, pequeños huecos, nichos para sentarse o aberturas artísticas podrían permitir la visualización y mejorar la calidad del espacio. Un reajuste en el diseño rompería la frialdad visual y, al mismo tiempo, crearía zonas seguras de estancia.
Plantación adaptada al clima: En lugar de especies sensibles conviene usar cubresuelos resistentes y arbustos mediterráneos secos, que requieren menos cuidado, resisten el calor y la brisa salina y evitan el crecimiento descontrolado de malas hierbas entre las losas.
Participación y proyectos vecinales: Iniciativas como «Adopt-a-Strip» —vecinos que cuidan tramos— o una partida presupuestaria pequeña para trabajos locales de mantenimiento podrían implicar a la comunidad y, al mismo tiempo, reducir costes.
Mirando hacia adelante: aprovechar las oportunidades antes de que se abandonen
El nuevo Paseo Marítimo tiene un potencial real: en las noches sin viento los bancos podrían llenarse, los niños podrían jugar con seguridad cerca del agua y las cafeterías vivir de clientela habitual. Pero para ello se necesita pragmatismo: estructuras claras de mantenimiento, normativas sensatas de aparcamiento y un diálogo abierto entre ciudad, diseñadores y vecinos.
Hasta entonces la imagen sigue siendo mixta: un poco de orgullo, un poco de descontento. Típico en Palma, una ciudad que se reinventa una y otra vez entre el rumor del mar y el ruido de las obras. Si quienes tienen la responsabilidad actúan ahora, el bonito proyecto podrá convertirse en un verdadero espacio público. Si no, la buena idea se deteriorará en los bordes, mientras las gaviotas y los timbres de bicicleta siguen cantando su canción.
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