La administración insular prohíbe el suministro de alimento a las cabras silvestres: un primer paso necesario. Pero ¿basta un catálogo de multas y unas cuantas señales para resolver el problema de forma sostenible?
Prohibido alimentar: por qué la nueva prohibición de Mallorca necesita más que carteles
Hace una semana en el mirador: la típica tarde de verano, aire del mar, el cierre de puertas de los coches y un grupo de cabras que rebuscaban entre los vehículos aparcados buscando pan. Esa imagen conocida tiene ahora un fin oficial: el gobierno de las Baleares ha prohibido en toda la isla el suministro de alimento a las cabras salvajes. En los próximos días se colocarán señales informativas en los miradores, la costa y en zonas protegidas, acompañadas de anuncios de elevadas multas.
La pregunta principal: ¿devuelve una prohibición a los animales a la vida salvaje?
La intención está clara: los animales no deben acostumbrarse a las personas, hay que proteger la vegetación y a los visitantes. Pero la cuestión central sigue abierta: ¿basta una prohibición para romper hábitos aprendidos durante generaciones? Alimentar en el arcén, hábitos inducidos por turistas y tirar restos de comida no son problemas que se resuelvan solo con carteles.
Lo que a menudo se queda corto
1. Tradición y vida cotidiana de los pueblos de montaña: En muchos núcleos de la Serra de Tramuntana, alimentar forma parte de una pequeña ritualidad vecinal. Los residentes mayores lo ven como un gesto amable. Una prohibición sin una campaña explicativa que acompañe puede chocar con esta realidad y generar resistencia.
2. Causas ocultas: A menudo no son los lanzamientos directos de pan, sino mochilas abiertas, restos de comida en zonas de picnic o una gestión inadecuada de la basura lo que atrae a los animales a zonas humanas. Esas faltas cotidianas suelen pasar desapercibidas en los comunicados de prensa.
3. Transparencia en las sanciones: Las autoridades hablan de “multas elevadas”, pero en los primeros comunicados no se citan cantidades claras. Sin rangos públicos y conocidos, la disuasión y la aceptación quedan en entredicho.
Análisis crítico: lo que podría funcionar
Una prohibición es necesaria, pero no suficiente. Desde la perspectiva de una solución sostenible conviene combinar varios elementos:
Rangos de multas claros y comunicados públicamente: Si va a haber sanciones, deben ser transparentes y comprensibles. Por ejemplo, escaladas según negligencia y reincidencia.
Educación en lugar de castigo como primer paso: Equipos móviles y voluntarios deberían en los primeros meses no solo controlar, sino informar activamente —en aparcamientos, miradores y sobre todo en las temporadas altas—. Charlas breves, folletos en alemán, español e inglés, así como pictogramas, suelen funcionar mejor que sanciones inmediatas.
Mejora de la infraestructura para residuos y picnics: Contenedores a prueba de alimento, bancos con indicaciones sobre residuos y vallas protectoras en calas muy frecuentadas reducirían considerablemente las alimentaciones no intencionadas.
Cooperación con pastores y ayuntamientos locales: En lugar de prohibiciones generales podrían estudiarse zonas de devolución señalizadas o áreas de alimentación controlada en lugares menos sensibles. Los pastores locales conocen las rutas migratorias de los rebaños y podrían ayudar a elegir ubicaciones.
Monitoreo y evaluación: Los controles a corto plazo son importantes; a largo plazo se necesita seguimiento: ¿Cómo cambia el comportamiento de las cabras? ¿Se desplazan las poblaciones? Cámaras, censos y proyectos de investigación sencillos con universidades podrían ayudar.
Próximos pasos concretos — una propuesta
1) Campaña informativa inmediata en varios idiomas, visible en todos los miradores populares. 2) Primera fase de control con énfasis en la educación (4–6 semanas), seguida de sanciones escalonadas con cantidades claramente comunicadas. 3) Proyecto piloto en dos municipios: combinación de retornos, áreas de alimentación señalizadas y monitoreo local. 4) Evaluaciones periódicas a los seis y doce meses.
Por qué nos afecta como isla
No se trata solo de las cabras. Se trata de la vida cotidiana en Mallorca: del repique de la iglesia del pueblo, de los senderos en la Tramuntana, de la seguridad en carreteras costeras estrechas. Si los visitantes aprenden a dejar una bolsa con pan en el maletero y los vecinos perciben apoyo en lugar de solo amenazas de multa, la isla gana a largo plazo: menos pérdida de vegetación, menos incidentes, menos estrés para animales y personas.
Mi consejo para la próxima visita al mirador: Disfrute de las vistas, escuche a las cigarras, haga una foto a las cabras —pero no las alimente. Y si ve un cartel, léalo. Es menos una prohibición contra la cordialidad que un intento de salvar un equilibrio sensible.
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