Cada vez más embarcaciones llegan a las Baleares y los puertos se convierten en centros de recepción improvisados. ¿Quién ayuda, quién decide y qué soluciones faltan en Mallorca? Una mirada al día a día en el Passeig Marítim y a las lagunas en la administración y la política.
Puertos como lugares de recepción provisionales: ¿Quién asume la responsabilidad?
Cuando los transbordadores entran al puerto por la mañana, el rugido de los motores se mezcla con el griterío de las gaviotas. En los bancos del Passeig Marítim se ven grupos de jóvenes, temblando tras la noche, con mochilas, plásticos, a veces zapatos en bolsas. Voluntarios llevan café, la Cruz Roja reparte mantas. Y en despachos suenan teléfonos: los funcionarios intentan tomar decisiones.
La pregunta central
¿Quién debería organizar en el futuro los desembarcos: el ayuntamiento, el gobierno central o Bruselas? No es solo una cuestión administrativa o teórica. Se trata de personal, espacios, derechos y del día a día de los vecinos, por ejemplo en la Avinguda Gabriel Roca, que por las mañanas funciona como zona de espera. La respuesta influye en cómo se articulan la ayuda humanitaria y el control jurídico.
Qué falla actualmente
La situación tiene una causa sencilla pero con consecuencias: falta de capacidad. Sencillamente hay muy pocos empleados en las autoridades responsables de identificación y registro. Los espacios son limitados; a menudo hay que trabajar en zonas improvisadas. Esto conduce a bases de datos incompletas y, por tanto, a la incertidumbre sobre cuántos se quedan realmente en Mallorca o continúan viaje.
Políticamente el tema ya se simplifica: algunos hablan exclusivamente de orden y seguridad, otros enfatizan solo el deber humanitario. Ambos extremos son insuficientes. La realidad es mixta: personas que llegan tras travesías a menudo peligrosas, autoridades que deben planear pasos con seguridad jurídica y voluntarios que cada vez llegan más al límite.
Aspectos que rara vez se mencionan
Primero: la continuación del viaje. Muchos de los llegados utilizan el ferry hacia la península. Sin un seguimiento fiable, los servicios locales apenas saben quién se queda y qué necesidades de apoyo a largo plazo surgen: vivienda, empleo, asistencia sanitaria.
Segundo: la base de datos. Si los procesos de registro se estancan, faltan cifras sólidas para la toma de decisiones políticas. Las autoridades se ven obligadas a reaccionar con estimaciones, una pésima base para la planificación sostenible.
Tercero: el agotamiento de los voluntarios. A primeras horas se ven ayudantes con chalecos rojos que llevan meses casi sin descanso. La red social es fuerte, pero limitada y poco previsible.
Concreto: ¿Qué medidas ayudarían?
No se necesita una utopía, sino medidas pragmáticas:
1. Equipos móviles de identificación y registro: A corto plazo se podrían reforzar equipos en los puertos para acelerar la primera acogida. Una combinación de personal formado y captura de datos digital reduciría los tiempos de espera.
2. Alojamiento temporal y digno en el puerto: Las tiendas no bastan. Servicios sanitarios limpios, atención médica primaria y zonas seguras para descansar aliviarían la situación.
3. Mejor intercambio de datos entre el nivel insular, el central y la UE: Solo con cifras fiables se pueden planear recursos de forma dirigida. Una interfaz simple y conforme a la protección de datos podría ayudar.
4. Asignación clara de responsabilidades y financiación: Si Madrid y Bruselas asumen funciones, debe comunicarse con transparencia. Líneas de financiación a largo plazo para personal e infraestructura deberían ser vinculantes.
5. Conceptos regionales para la continuación del viaje: Acuerdos con las navieras y autoridades del continente podrían coordinar la continuación del viaje y al mismo tiempo garantizar que las personas vulnerables permanezcan registradas.
Mirando hacia adelante
La isla forma cada vez más parte de un movimiento migratorio, ya no solo una estación intermedia. Esto significa que Mallorca necesita soluciones que permitan a la vez humanidad y Estado de derecho. La reacción más rápida es local: voluntarios, policías, servicios sociales. Pero sin apoyo desde Madrid y fondos de Bruselas, esas respuestas seguirán siendo frágiles.
En los próximos meses se verá si de medidas provisionales surgen estructuras estables. Hasta entonces, los vecinos oyen el crujir de los bolardos, ven a los ayudantes al amanecer y se preguntan: ¿Podremos asumir esta tarea de forma permanente o la isla seguirá siendo siempre el puerto donde se amarran los problemas?
Nota: Las observaciones descritas se basan en impresiones locales y declaraciones oficiales. Allí trabajan voluntarios e instituciones en condiciones en ocasiones difíciles.
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