Un hombre resultó gravemente herido mientras trabajaba en una gran obra en el aeropuerto de Palma y está siendo atendido en Son Espases. El incidente se suma a una serie de percances durante las obras. ¿Qué lagunas de seguridad permanecen sin aclarar?
Nuevo accidente en el aeropuerto de Palma: trabajador se cae en la obra — ¿quién protege a los trabajadores?
Un operario resultó gravemente herido, pero no se encuentra en peligro de muerte. La obra en el aeropuerto ha registrado varios incidentes en los últimos meses.
En la madrugada del lunes, cuando los primeros taxis cruzaban el Paseo Marítimo aún con el trajín del fin de la jornada y una furgoneta de reparto antigua ahogaba su motor en un semáforo, nos llegó la noticia: un trabajador se había caído en una gran obra en el aeropuerto de Palma y fue trasladado gravemente herido al Hospital Universitario Son Espases. Según fuentes hospitalarias, el hombre no corre peligro de muerte; presenta múltiples contusiones y fracturas y está siendo atendido.
La caída se produjo en una máquina en la que el operario estaba trabajando. El área en la que estaba destinado forma parte de la amplia obra del aeropuerto. Las circunstancias exactas —por qué cayó el hombre, si hubo fallos técnicos, un desprendimiento o una negligencia— todavía no se han aclarado públicamente.
Esto no es la primera vez: en los últimos meses se han acumulado informaciones sobre incidentes en la gran obra alrededor del recinto aeroportuario; recientemente, en otra zona se desplomó un trozo de muro de varios metros de altura. Estos sucesos plantean preguntas que a menudo se pierden entre el ruido de las obras y el de los aviones.
Pregunta central: ¿Por qué vuelven a producirse accidentes en la obra del aeropuerto de Palma y qué se hace concretamente para evitar que los trabajadores resulten heridos de nuevo?
Un breve análisis muestra varias posibles debilidades: en primer lugar, la complejidad y el tamaño del proyecto. Cuando numerosas empresas trabajan a la vez en un espacio reducido, aumenta el riesgo de errores en las interfaces: las protecciones contra caídas, las restricciones de acceso o las zonas acordonadas son más fáciles de pasar por alto. En segundo lugar, la presión sobre el personal y los plazos. Quien trabaja bajo el estrés de los plazos a veces pasa por alto las rutinas de seguridad. En tercer lugar, la supervisión: ¿quién realiza inspecciones de seguridad periódicas e independientes, si no la propietaria de la obra o las empresas contratadas por ella?
El debate público y la comunicación de las autoridades omiten aspectos importantes. Oímos sobre heridos, declaraciones breves y a veces investigaciones internas. Lo que apenas se trata es: el papel de la cadena de subcontratación, la formación y el idioma de los trabajadores, y si existen protocolos vinculantes que se cumplan incluso con alta presión de tiempo. También se discute poco: los resultados de las últimas inspecciones de la autoridad laboral y si se impusieron multas u obligaciones.
Una escena cotidiana en Palma: hacia las 7 de la mañana los trabajadores con sus chalecos naranjas se amontonan junto a los contenedores provisionales al este de la pista; se oyen taladros y el golpeteo del metal; el café de las pausas se comparte en termos mientras las furgonetas pitan. El ambiente es pragmático, pero tenso — hombres y mujeres sienten orgullo por su trabajo, pero no por el riesgo que con frecuencia llevan a casa.
Medidas concretas e inmediatas no serían ciencia ficción: obligatoriedad de una instrucción diaria de seguridad al inicio de cada turno; controles de seguridad independientes y no anunciados por la inspección de trabajo; listas de verificación vinculantes para las protecciones contra caídas en cada máquina; un jefe de seguridad central con poder de decisión sobre todas las empresas presentes; mejor documentación y publicación transparente de los incidentes; y un escalonado de descansos que reduzca la fatiga. Además, deberían imponerse mejoras técnicas como elementos de retención redundantes en los equipos de elevación y protocolos de mantenimiento periódicos.
A nivel institucional solo sirve más transparencia: la responsable del aeropuerto y las empresas constructoras implicadas deben hacer público qué compañías trabajan en el lugar, cómo se supervisan los estándares de seguridad y qué consecuencias tiene el incumplimiento. Las representaciones de los trabajadores y los sindicatos deberían tener acceso a las situaciones de riesgo y poder participar en la definición de las medidas de protección.
Es fácil indignarse a toro pasado. Más difícil y necesario es extraer lecciones de cada incidente para proteger al siguiente turno. Las personas en la obra tienen familias, citas en el dentista, hijos en la escuela — no son una reserva de riesgo ilimitada.
Conclusión: el último accidente en el aeropuerto de Palma es otro y demasiado costoso recordatorio de que la seguridad en las obras es más que un formulario. Quien realmente quiera evitar que alguien resulte gravemente herido debe ahora establecer controles vinculantes, responsabilidades claras y verdadera transparencia. Si no, el pulso de la obra seguirá siendo una imposición para quienes la pisan cada día.
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