Cafetería en la Plaza de Palma con tazas y clientes calculando gastos

Palma 2025: segunda ciudad más cara de España – qué significa realmente

👁 4123✍️ Autor: Ricardo Ortega Pujol🎨 Caricatura: Esteban Nic

Un estudio sitúa a Palma como la segunda ciudad más cara de España. Para inquilinos, comerciantes y quienes se desplazan diariamente significa: cálculos más estrictos y menos margen. Lo que falta en el debate — y qué medidas podrían ayudar de verdad.

Cuando el café con leche de la mañana de repente sabe a vida más cara

Se escucha en la Plaça: el tintineo de las tazas de espresso, el grito lejano de un vendedor de frutas y gente que calcula al pagar. El estudio reciente, que coloca a Palma como la segunda ciudad más cara de España, suena en el papel como algo abstracto. Pero en las calles alrededor del Mercat de l’Olivar, en Santa Catalina y en el Paseo Marítimo se hace tangible: en forma de una cesta de la compra más pequeña, un presupuesto familiar tenso y miradas más largas a la factura de los suministros.

Vivienda: la verdadera trampa de los costes

El estudio indica una renta media de 2.110 € para alrededor de 90 m² — no es lujo, más bien un piso tipo de tres habitaciones en barrios céntricos como la Genueser Straße o El Terreno. Ahí es donde vivir en Palma deja de ser solo agradable y se vuelve para muchos sencillamente difícil. Familias jóvenes, empleados del turismo y artesanos que trabajan aquí lo notan más que el turista ocasional que solo paga un fin de semana.

No es un problema singular: energía, alimentos, movilidad

A esto se suman facturas de electricidad más altas, precios más caros en el supermercado y en la gasolinera. Quien tiene que desplazarse regularmente al polígono o al puerto lo nota en la factura mensual. Una cerveza en el bar, la compra semanal rápida, la calefacción —todo se acumula. Las empresas reaccionan: las tiendas pequeñas se lo piensan dos veces antes de aumentar las horas de personal; los artesanos calculan de forma más conservadora. El efecto: menos flexibilidad y un crecimiento económico más lento a nivel de barrio.

Lo que suele quedar fuera del debate público

La pregunta central es: ¿puede Palma mantener su atractivo como ciudad para la gente que vive aquí si el coste de la vida sigue subiendo? Tres aspectos rara vez reciben la atención necesaria en los titulares:

Primero: el papel de los alquileres vacacionales de corta duración. Cuando pisos desaparecen del mercado de alquiler permanente, la presión sobre el resto aumenta. Segundo: la eficiencia energética de las viviendas antiguas. Muchos pisos en la isla datan de épocas sin aislamiento moderno; las facturas elevadas suelen ser consecuencia de una mala construcción. Tercero: la estacionalidad del empleo en el turismo, que hace los ingresos volátiles y complica la planificación familiar.

Personas en el lugar – observaciones concretas

María, del Mercat de l’Olivar, cuenta que los clientes habituales ahora preguntan más por ofertas y optan por marcas más económicas. Un taxista cerca del ayuntamiento relata la aparición de viajes compartidos que antes eran poco habituales. Esos pequeños cambios cotidianos suman un cambio social notable: los vecindarios gastan menos, se activan redes de solidaridad—pero a menudo no es suficiente.

Soluciones prácticas y políticamente realistas

¿Qué respuestas hay que vayan más allá de las palabras vacías? A corto plazo ayudan alivios puntuales: ayudas transparentes para hogares con bajos ingresos, revisiones energéticas dirigidas a los edificios más antiguos y frenos temporales en el precio de la electricidad para los grupos más afectados. A medio plazo, Palma necesita medidas estratégicas:

- Ampliar la vivienda pública municipal y modelos innovadores como cooperativas de vivienda, que reduzcan la presión sobre el mercado privado.
- Regulación y mayor control de los alquileres de corta duración, combinado con incentivos para recuperar vivienda de uso permanente.
- Programas de apoyo para rehabilitaciones energéticas: edificios antiguos bien aislados reducen a largo plazo la factura eléctrica y la dependencia de precios externos.
- Mejorar la conexión de los barrios periféricos con el centro, para que mudarse a la periferia no aumente automáticamente los costes de movilidad.

Qué pueden hacer ciudad y vecindario

La administración municipal tiene la responsabilidad, pero el vecindario no debe quedarse solo mirando. Cooperativas, comedores vecinales, tarifas eléctricas compartidas para pequeños comercios y consorcios de compra local pueden aliviar la presión a corto plazo. También más transparencia en los gastos: los caseros que ofrecen facturas abiertas generan confianza y ayudan a desenmascarar los costes ocultos.

Conclusión: Palma sigue viva, pero el equilibrio peligra

Palma sigue siendo una ciudad con playa, calles y mercados. Pero si la vida diaria está cada vez más determinada por el saldo de una cuenta, eso cambia no solo los hábitos de vivienda y consumo, sino a largo plazo también el rostro de la ciudad. La tarea principal ahora es mitigar las penurias inmediatas y al mismo tiempo dar pasos estructurales que aseguren una vida asequible de forma duradera. De forma pragmática: quien se mude ahora debería revisar con especial cuidado los costes de los suministros —los impulsores ocultos del precio suelen estar en los radiadores y en los contadores eléctricos.

Consejo práctico: preguntar a los vecinos, pedir recomendaciones a artesanos locales, buscar productos de temporada en el mercado semanal —pequeños ahorros suman al final del mes.

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