El Arenal está lleno de sombrillas y sangría, pero el barrio figura entre las zonas más pobres de Palma. Una mirada tras las bambalinas de Playa de Palma.
Cuando la fiesta está en marcha y la cuenta está a cero
Cada noche la Playa de Palma se llena de gente de Alemania, luces láser y la lista de reproducción familiar del café de la playa en la esquina. Las maletas ruedan, los cubitos de hielo tintinean y, en los paseos, los vendedores con sombreros de sol saludan. Pero a apenas unos metros detrás de los bares de playa la vida es distinta: viviendas estrechas, horarios de autobús y personas que hacen malabares con tres empleos para pagar el alquiler.
Números que se pueden sentir
Datos actuales muestran: en el barrio El Arenal el ingreso medio es de casi 25.600 € al año. En Sant Jaume, a solo unos kilómetros hacia el casco antiguo, los hogares ganan en promedio alrededor de 69.500 €, casi el triple. No son estadísticas abstractas, son ejemplos de cálculo para familias, para la peluquera de la calle y para la limpiadora del hotel.
No hablo solo desde los números. La semana pasada, a última hora de la mañana, conocí a una camarera en Paseo, que me dijo: “Trabajo hasta las 22:00 h, y aun así a menudo solo queda lo justo.” No era una frase dramática. Más bien una enumeración cansada de horas y turnos.
Una ciudad con dos caras
Nou Llevant crece, surgen nuevos pisos, balcones con vistas al mar cuestan. En El Arenal, sin embargo, los balcones son estrechos y la ropa cuelga sobre la calle. El turismo trae dinero —sí—. Pero se reparte de forma desigual. Se nota en el acceso a buenos empleos, en los precios de una vivienda y en la calidad de vida.
Por las noches los bares se llenan aún más. Se escucha la música hasta en los rincones más recónditos. La vecindad ha aprendido a convivir con el ruido. Algunos ven ahí su oportunidad, otros su obstáculo diario. Es un comercio complicado: el servicio y las playas venden el paraíso, los habitantes tras las fachadas suelen pagar a menudo con recursos más escasos.
¿Qué hacer ahora? Pequeños pasos, gran impacto
Las soluciones concretas empiezan por lo pequeño: mejores salarios en el sector, vivienda asequible cerca de la playa y contratos de trabajo fiables en lugar de empleos temporales continuos. Suena simple, pero no lo es. Pero si la isla quiere vivir de forma realmente sostenible, la política y la economía deben actuar donde la brecha es más evidente.
Seguiré observando —no solo por la noche cuando las luces brillan, sino también por la mañana, cuando llega el camión de la basura y comienzan los turnos.
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